Uvillas de mar

Quico Espino

Uvillas de mar. Foto: Ignacio A. Roque LugoUvillas de mar. Foto: Ignacio A. Roque Lugo

Parecen tunos enanos sin espinas en un curioso y bonito racimo, una especie de ramillete de suculentas vecinas del mar. Quien lo sostiene en la mano, una mano con historia, es una mujer llamada como la patrona de La Gomera, que presume de su nombre y reside en San Sebastián.
 
Como últimamente ha estado delicada de salud, no ha podido asistir a la fiesta de la Bajada de la Virgen de Guadalupe, que se celebra cada cinco años, el nueve de octubre, en la ermita santuario de Puntallana, al norte de la capital, donde no vive nadie pero donde se atesora la mayor concentración de concheros de la isla, aparte de ser un lugar con muchas plantas y aves endémicas
 
Al tiempo que sostiene el racimo de uvillas de mar, doña Guadalupe le está dando las gracias a una joven que se llama como ella, una mejicana que fue a recalar a La Gomera cuando se enteró de que la patrona de la isla era la misma que la de México, lindo y querido, como dice la canción.
 
Cientos de peregrinos y devotos aguardaban a La Morenita de Puntallana a la salida de la ermita, frente al mar, al borde del acantilado. En la mano llevaban una rama de uvillas de mar. Tenían la atención dividida, porque, por una parte, miraban con devoción el paso pausado de la virgen hacia el muelle donde la van a embarcar, y por otra, contemplaban el Teide en la lejanía, ocupando el cielo y ofreciendo un grandioso espectáculo. 
 
-¡Qué vistas tan maravillosas! –exclamó la joven mejicana, mientras cogía una rama de uvillas de mar, en un paraje cercano a la playa, junto a otras personas devotas que hacían lo mismo, entre ellas una hija de doña Guadalupe, la cual, al enterarse de que aquella muchacha azteca se llamaba como su madre, le propuso que fuera ella quien le hiciera la ofrenda.
 
-Gracias, hija mía –le dijo doña Guadalupe, aún postrada en su cama. ¡Qué pena que no pude asistir a la Bajada de la Virgen, con lo que me gusta a mí esa fiesta! Sobre todo cuando embarcan a La Morenita, preciosa ella, en el pesquero y decenas de embarcaciones tocan las pitas, y suenan las chácaras y se enarbolan banderines por doquier.
 
A pesar de su postración, y después de enterarse de la nacionalidad de su tocaya, la enferma demostró su gran sentido del humor contando un chiste relacionado con la virgen festejada, la cual bajaba del cielo para visitar iglesias. Al regresar, respondiendo a la pregunta de san Pedro: ¿quién va?, ella respondía: soy la virgen de Guadalupe. Pero un día se equivocó y en lugar de una iglesia se metió en una discoteca, donde bailó y bebió cerveza, y al volver al cielo, un poco mareada, cuando san Pedro le preguntó: ¿quién va?, ella respondió: soy Lupita.
 
Se rieron mucho las tres. Y se le saltaron las lágrimas a doña Guadalupe, que se emocionó. Una emoción que transmitió a su hija y a la joven mejicana cuando dijo, mientras besaba con fervor el ramo de uvillas de mar, que ojalá la virgen le concediera la gracia de otros cinco años más de vida, con salud, para estar presente en las próximas fiestas lustrales.
 
Texto: Quico Espino
Imagen: Ignacio A. Roque Lugo
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.3

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.