La Pensión. Juan FERRERA GIL“Cuando establecimos la pensión en aquella esquina de la que después sería la popular calle Perojo, la ciudad comenzaba a despuntar más allá de la Portada.
Es verdad que las casas no resultaban tan señoriales como las de Vegueta; sino que su aspecto colonial le proporcionaba no solo una mirada nueva y delicada, sino que la alegría habanera se sustanciaba en la variedad de personajes que llegaban a convivir en La Pensión, como así la denominamos en un falso alarde de creatividad. Y lo cierto es que, al ponernos en marcha, la ciudad parecía crecer al ritmo atlántico de los nuevos clientes (peninsulares, foráneos de idiomas extraños y gente del país, que de todo había) que requerían nuestros servicios. Muy modernos para la época fuimos, no se vayan a creer: inventamos un nuevo concepto al dar comida a nuestros huéspedes, con lo cual a los bares de la zona no les hizo mucha gracia, pero que cambiaron de actitud al comprobar que no éramos unos competidores directos.
Y cuando llegó don Pedro Zacarías, el nuevo boticario de Arenales, el lugar no solo afianzó su manera de ser sino que adquirió un tono de postín que parecía alargar, caribeñamente, claro, Triana Street.”

































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