El Museo. Foto: Juan FERRERA GIL“Cada vez que me acercaba al Museo, en mi recién estrenado trabajo, solía lloviznar: el bochorno marcaba un carácter constante impregnado de esperanza.
Por aquellos años, mi participación en el mundo laboral supuso no solo atravesar el mundo del conocimiento y de la pintura sino que, además, se convirtió en el primer paso en una profesión de las que otros decían que “presentaba buenas cualidades”: restaurar obras de arte era algo que ni siquiera, en mi primera juventud, había divisado en el horizonte laboral que ahora se me abría. Sin embargo, el Museo sin público no me gustaba nada y hasta miedo sentía al ver y sentir aquel enorme espacio vacío.
Pero no perdamos el hilo: yo solo quería recordar que aquel mes de mayo, entre la recurrente llovizna, supuso un paso importante en mi vida. Y no quiero olvidarlo.”
Juan FERRERA GIL

































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