
La playa de Sardina es un verdadero paraíso por estas fechas otoñales. El agua limpia y cristalina, fresca pero no fría, acaricia la piel, parece seda rozando el cuerpo, y las olas nos balancean suavemente, invitando a jugar con ellas, insinuantes, sugestivas, como indicándonos que no salgamos del agua, que dónde vamos a estar mejor que inmersos en el inmenso mar.
Pero, por desgracia, la gloria se convierte en vergüenza ante la pregunta: ¿dónde está el baño público?, que a menudo nos hacen los turistas a los que a diario vamos a la playa. La impotencia se refleja en nuestras caras cuando respondemos que no hay, que una vez que se acaba el verano y se quita la bandera azul, es mejor no tener ganas de orinar o de defecar porque no hay sitio donde satisfacer tales necesidades, a no ser que uno se meta en el agua.
Tal día como hoy, cuatro de octubre, sucedió algo en la playa que no habría pasado de haber estado disponible el baño público. Había dos chicas socorristas, a quienes se les ha prorrogado su labor una semana más, que, entre otras cosas, indicaban a las personas que querían satisfacer sus necesidades fisiológicas que debían ir al pabellón de los buzos, un pegote de cemento en la avenida, donde ahora hay un bar llamado El Antojo. Era una orden que venía de arriba y que ellas se limitaban a cumplir.
Eso le dijeron a un hombre alto, fornido y calvo, con camiseta fucsia, que se negó a acatar tal edicto y que prácticamente agredió a una de las socorristas, la cual había dejado abierta la puerta de acceso. Con una actitud prepotente y abusiva hizo caso omiso de lo que la socorrista le comunicó, la agarró de manera violenta por un brazo para apartarla y, después de empujarla, abrió el baño, que tenía las llaves puestas, para entrar a las dependencias.
La socorrista se llevó un buen susto, según me contó. Yo la vi demudada, con deseos de denunciar al infractor pero sin datos fehacientes para hacerlo. Y yo me pregunto que cómo no prorrogaron también durante una semana el uso del baño público, pues se habrían evitado situaciones como la que acaeció.
Por otra parte, siguiendo las indicaciones de las socorristas, yo mismo fui al baño del pabellón de los buzos y pude comprobar que también estaba cerrado. O sea que ahora mismo, con todo mi pesar, puedo decir que en la playa de Sardina, la playa que tanto queremos, un paraíso singular, no hay baño público.
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