
“No hay nada como levantar la mirada.
Descubrimos, así, un sábado de otoño, que la palmera nadaba en un cielo azul, rodeada de cúpulas y edificios señoriales, que, a modo de orillas elevadas, marcaban el contorno por donde la palmera avanzaba en su travesía de compañera fiel. Cuando levantamos los ojos, contemplamos otro paisaje que casi nos perdemos para siempre.
Menos mal que llevábamos la cámara, porque así, como si fuéramos un turista que descubre por primera vez la ciudad, pudimos captar y eternizar el instante y lo que sentimos en su momento: el mar azul del cielo bañaba a la palmera, que, enraizada en la tierra, también sabe trascender. Y emprender su especial singladura.”
Juan FERRERA GIL
































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