
Casi sin fuerzas físicas, pero con muchas ganas de fiesta, los aldeanos volvieron a cumplir este año con el día de El Charco.
A las doce en punto, en el cruce de la playa, la banda de Agaete comenzó a tocar, y al unísono las cestas, guitarras y timples se alzaron al cielo, en ese último baile callejero que inicia la magua de la espera del año.
Se bailó hasta el muelle, y allí en la caseta familiar, Encarna brindó con un pizco de ron, por los que no están, pero siguen tan presentes en el corazón.
Y mientras en el muelle se bailaba con ese aguante envidiable que tienen los aldeanos, en el parque Rubén Díaz, se colocaban mesas, sillas y mantas, y se preparaba la comida para dar fuerza a la familia y amigos.
Bajo la apreciada sombra de los Pinos estaba Cayita, bien acompañada de las cinco generaciones de mujeres de la familia Navarro Oliva. Hijas, nietas, biznietas y tataranietas unidas con el amor de la matriarca, que es el que hace gozar de este día tan señalado en el calendario aldeano.
Más allá estaba Mari Cruz, con los mayores de la familia, preparando las viandas para cuando los jóvenes regresaran del baile en el muelle.
Y mientras Lolo se fue a remojar, Ayoze y Loli se encargaban de acondicionar el espacio destinado al grupo de culetos que no faltan a la fiesta, y que se incrementó en medio de abrazos y besos, con la llegada de Tere, Leonor, Toñi y Marta.
Ángela y Paca Loca se fueron a dar un garbeo, dejando a Sergio en la noble labor de agasajar a los que llegaban a su mesa.
Sonaron las parrandas animando la tarde y se paseó por el parque, escuchando el “come algo” o “tómate una cerveza”, con los que se muestra cada año la inmensa generosidad de pueblo aldeano.
Mónica y Fran compartieron la mesa reservada en el Chozo con todos los que los saludaban, y Blanca se trajo el termo lleno de café, con el que acompañar el licor de papas de Miguel.
Y en la mesa de Rosa y Pepe, mientras Gisela dormía para reponer fuerzas, se reencontró al compañero del colegio Cuco, natural de El Risco y que por primera vez iba al Charco, ya que el hijo ennovió con la hija de Rosa.
En buena plática, con una tarde que se volvió fresca, la Banda de Agaete hizo el paseíllo anual llevando a la gente hasta la raya blanca, y cuando sonó el volador a las cinco de la tarde, se cumplió con el sagrado remojón en las aguas de El Charco.
Eulogía, Eli y Conchi volvieron a estar detrás de la pesa, para compartiendo risas proclamar ganadores del concurso de pesca de la lisa, que por buen ingenio se lo tenían que llevar Paquita y Juanita, ya que, aunque la lisa que llevaron era pequeñita, lo de la papa y el aguacate fue para recibir el premio por tanto ingenio festivo.
Al final, los premios fueron para Gabriel Ramírez Montesdeoca con el mayor número de capturas con 36; para Pino Martín Rodríguez con la de mayor peso, con 600 gramos; y para Dariel Ojeda Miranda lisa de mayor longitud con 33 cm.
Se volvió a disfrutar del día del Charco que este lunes fue muy familiar, y saliendo del parque se hizo una promesa que hay que cumplir: el próximo año, con Pepe y Miguel del padrinos, ya que después de tantos años, hay que tirarse al Charco.
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