Llanos de Botija y Llano de las Bombas. Foto: José Carlos Vega VegaEl siguiente artículo es un extracto de lo publicado bajo el epígrafe Los Puertos, en Amagro, Historia y Naturaleza, de Domingo Oliva Tacoronte, editado por el Cabildo de Gran Canaria, Ayuntamiento de Gáldar y editorial Lecanarien.
Este libro se presentará el 13 de septiembre a las 8 de la tarde en la Asociación de Vecinos de Sardina, dentro de los actos a celebrar con motivo de las fiestas de 2023.
Sardina fue antaño el puerto principal de esta comarca de Gáldar. Otros, como el de Las Nieves, El Juncal, Botija, Caleta de Abajo o Caleta de Arriba, tuvieron su importancia como puntos de penetración para la conquista europea o para transacciones comerciales, pero este, que fue llamado también el Puerto de Gáldar (si bien este título le fue dado con anterioridad -en algún mapa- al de Caleta de Arriba) los superó largamente a todos. Puerto además de conexión con Santa Cruz de Tenerife cuando era capital de la provincia de Canarias.
Su carácter de puerto en expansión a comienzos del siglo XX hizo que en sus cercanías se establecieran dependencias para la exportación de frutos y diversas industrias, entre las que destacan numerosos hornos de cal, y entre estos los dos mayores, el llamado de La Compañía, a la entrada de la carretera del Faro, del que salió el material para la fábrica de las presas de los Pérez, y el de Domingo Tacoronte Orihuela, ambos desaparecidos.
Hoy, abandonada la actividad portuaria, se ha constituido en la playa más concurrida, junto con las de Las Nieves y El Agujero. Este carácter de zona de baño y recreo ya empezó a manifestarse en la década de los 30 del pasado siglo, como veremos a propósito de la instalación de La Factoría, industria, de las establecidas en Sardina, que destacamos por inusitada.
Entre el 5 de septiembre y el 11 de octubre de 1930 se instruye por parte del Ayuntamiento de Gáldar un expediente para la instalación de una industria de salazón en el “Lomo de la Ermita”, en el pago de Sardina. Ese día 5, Dionisio Nicholls, vecino y empleado, presenta la solicitud como mandatario verbal de Cornelius Pister Vuerhard, empleado y vecino de Las Palmas. Estudiada la solicitud, la Comisión Municipal Permanente del día 8 del mismo acuerda exponerla a la reclamación pública por espacio de 30 días. El 22 de ese mes varios vecinos del Puerto de Sardina, y otros que en aquella playa veranean, en un total de 14, exponen:
No es secreto para nadie, Señores del Concejo, el crecimiento rápido alcanzado por aquella simpática barriada, y el porvenir risueño que le espera; tomada esta playa como lugar de baños y veraneo en Guía y Gáldar, sus casas se multiplican, y llueven las peticiones para compra de solares, con el consiguiente aumento de trabajo para el obrero y de movimiento en el comercio. Y, todo ello se perdería, de accederse a lo que se solicita; pues, en primer lugar, las brisas reinantes arrastrarían el mal olor del pescado colocado en secadero; y, en segundo, los detritos de este pescado tendrían que ser arrojados más acá del barranco denominado de Juan Delgado, y en condiciones propicias para el fomento, en la playa, de la cría del tiburón. Pero, no somos obstruccionistas; estimamos en mucho el progreso de nuestra comarca, y debido á ello nos permitimos indicar solución. Más allá del predicho barranco, y más cerca aún del mar, se encuentra terreno en mejores condiciones; no cabe duda, que el presupuesto de instalación se alarga con el pequeño puente que es preciso construir; pero, téngase en cuenta que tal negocio produce interés crecido, y que el Ayuntamiento resuelve así un cercano problema, el de unir por carretera los Llanos de Botija, que influiría notablemente en el precio del remate.
A la vista de esta protesta vecinal, la Comisión Municipal del 7 de octubre acuerda comunicar al solicitante la aprobación de su proyecto que debe instalarse más allá del Barranco de Juan Delgado pues allí las brisas arrastrarán los olores en sentido contrario a las casas del Lomo de la Ermita, comprometiéndose el ayuntamiento a construir el camino hasta el lugar designado. El día 10 se da cuenta de que la propuesta fue aceptada por el señor Pister con quien finalmente se convino que se instalara en el Lomo de En medio, en la parcela “Montaña Pelada”, próximo al Barranquillo de “Juan Delgado” al tiempo que se acordaba el comienzo de las obras para la construcción del camino de acceso.
Alguna noticia más encontramos, a propósito de esta factoría, en el Archivo Municipal de Gáldar. El 1 de diciembre de 1933 se autoriza a E. F. C. Manclaurin a colocar “una tubería de cemento armado para el abastecimiento de agua de su fábrica de pescado en Sardina”. Una factoría de pescado sita en Sardina es mencionada en acta de 6 de septiembre de 1938.
La factoría, como aún es conocida por los vecinos de cierta edad, se instaló junto al Barranquillo de Juan Delgado, en una morreta entre la carretera antigua de Botija y la nueva. Pronto perdió su función original y acabó sirviendo para alojar a los trabajadores que venían del Puerto a trabajar en los tomateros para Mr. Harris, que por último instaló allí un almacén de empaquetado, almacén utilizado finalmente, con idéntica finalidad, por Tomás Rodríguez Quintana.
Pero antes, en la década de los 40, la construcción albergó un cuartel, abajo los pesebres de los caballos y arriba los soldados, que hacían maniobras en los Llanos de Botija. Desde allí disparaban proyectiles, para hacer puntería, contra los riscos blancos que están inmediatos al Paso del Sargo. Producto de estas maniobras quedaron aquellos llanos sembrados de carcasas de todo tipo y calibre, de tal forma que fueron conocidos temporalmente como Llano de las Bombas.
![[Img #10595]](https://infonortedigital.com/upload/images/09_2023/4028_ganado-de-botija-jose-carlos-vega-vega.webp)
Por esas fechas ya iba disminuyendo el número de ganados de la costa hasta que solo quedaron, entre otros, el de José Tacoronte el Paisa, en El Juncal, los de Fabián Ramos y Francisco Rivero, por Las Cruces, el de José Silva Linares, en Las Quintanas, los de Cho Matías y Juan Diepa, en San Isidro, el de Antonio Godoy, Cho Lucas, en Barrial, el de Grimón, el de Fernando León Quintana, en Montaña Pelada, y el de Nicolás González González, en Sardina.
Antes de que se creara el ganado municipal, oficialmente en 1959, y se prohibiera el acceso del resto a los pastos de Amagro, eran usados por estos y otros procedentes de los campos del municipio. Así, el último nombrado solía soltarse por los llanos de Sardina y de Botija, el Llano de las Bombas. Comúnmente era pastoreado, según lo acostumbrado en la época, por un hijo del amo, Nicolás González León, de unos 10 años. Las largas horas de soledad y el carácter indagador del niño hicieron que un día, como tantos otros en los que nada había ocurrido, toqueteara con su palo uno de aquellos proyectiles, en esta ocasión sin detonar, y explotara, causándole la muerte instantánea.
Sobre este terrible episodio, ocurrido en 1943, ninguna referencia hemos logrado encontrar en la hemeroteca histórica, lo cual no resulta en absoluto sorprendente, toda vez que fue producto de la negligencia criminal del todopoderoso ejército franquista, y que tuvo por consecuencia la muerte de un niño, sí, pero de un hijo de modestos trabajadores. A pesar del luctuoso suceso, no retiró el ejército las bombas. Una década después permanecían allí, de forma que los pastores, los padres, al encontrarlas las iban depositando en un corralillo, cuyo acceso solo estaba imposibilitado por las advertencias de los mayores y el recuerdo del malogrado Nicolás González León.
En su memoria van estas líneas.
Domingo Oliva Tacoronte































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