(143). LA BRISA DE LA BAHÍA. La iglesia nueva

Esta imagen también captó nuestra atención nada más contemplarla: una de las numerosas postales que un amigo encontró al adquirir la casa “viejanueva”, en la que todavía quedaban algunas pertenencias de los anteriores dueños: nos encontramos ante una foto de una foto.

En cualquier caso, si prestan atención, descubrirán no solo que la nueva iglesia se abre paso, a principios del siglo XX, sino que, además de la vieja ermita, ubicada en pleno Parque de San Juan, la ceremonia que se celebra habla de aruquenses que un día fueron y sus costumbres tuvieron; más o menos, como los de hoy.

Y, como suele ocurrir, hay gente que mira al fotógrafo, como adivinando la posteridad. La imagen, a nuestro modo de ver y manera, resulta muy significativa; incluso podemos divisar a gente asomada en la primera “azotea” de la iglesia que se yergue hacia el cielo. Y todo esto viene a cuento porque no hay nada nuevo bajo el sol: estamos los que estamos en estos momentos que, aunque no lo creamos, son singulares y nuestros por derecho, como lo fueron en su tiempo las personas que ocupan la imagen. Sí, ya sé, que no les digo nada nuevo; solo es un recordatorio para verificar el lugar en el que ahora nos situamos. Tampoco pretendemos otra cosa. Solo sabemos que nos gusta pensar en los que un día fueron: esos aruquenses desconocidos, y permanentemente anónimos, que también contribuyeron a la historia local: ofrecernos la ciudad que ahora disfrutamos y que, además, ha sabido proyectar una manera de ser y sentir.

Por eso la imagen nos ha impactado tanto. Y en esa mezcla de personas de toda clase y condición se adivina quién no lleva zapatos, así como los que visten de manera impecable. Esa mescolanza sigue presente hoy día, pero ha adquirido las nuevas formas de estos tiempos que siguen siendo, cuando menos, raros.

Y únicos también.

Juan FERRERA GIL