
No, no, así no, apriete con más fuerza. Eso es, mucho mejor. Fijo mis ojos en su cuello cada vez más amoratado. Detrás del plástico transparente puedo todavía percibir cómo su gesto de incredulidad se va contorsionando poco a poco. Cuando salimos de casa esa mañana le dije que si quería ser la protagonista de una de mis novelas tal y como le había prometido, que me acompañara.
Recuerdo cuando se acercó portando mi última novela apretada contra su pecho. Reconozco que no era mi obra más brillante pero eso no impidió que la editorial pusiera en marcha la maquinaria necesaria para publicitarla como la mejor que había escrito nunca. Los suplementos literarios de los principales periódicos del país no tardaron en llenarse en reseñas sobre mi nueva creación: ‘La mejor novela de género negro del panorama literario contemporáneo; ‘La fusta, nuevo éxito del mejor autor de asesinos en serie de la actualidad’,…
–¿Me lo firmas, porfi? Soy una gran admirada tuya, ¿sabes? Me he leído todos tus libros, ¡son fantásticos! Algún día me gustaría escribir algo así pero soy incapaz, se me eriza la piel tan solo de pensarlo.
Posé mis ojos en su escote con descaro. Bajo la camiseta ceñida se dibujaban unos pezones desafiantes. Se veía que estar frente a mí también le erizaba la piel.
–Muchas gracias. ¿A quién se lo dedico?
–A mí, por supuesto: Paola.
–Ok, con cariño para Paola, deseando que algún día descubras el secreto de la escritura.
Aquella noche fue la primera de las muchas en las que compartimos sábanas. Puedo afirmar sin dudar que aquellos meses juntos, fueron los más felices de mi vida. ¡Pero si todavía me emociono al recordar el día en el que decidimos vivir juntos! Por fin, iba a compartir mi vida con otra persona. En serio, estaba feliz, feliz como nunca antes en toda mi existencia. Pero, siempre hay un pero, a la apasionada vida en común de los primeros meses, le siguió el tedio de los siguientes: sus constantes interrupciones, su manía de organizar mi agenda con estúpidos eventos sociales, de planificar mi tiempo sin contar conmigo. Cuando me di cuenta habían pasado meses sin que hubiera sido capaz de escribir nada nuevo.
Veo cómo su cara de incredulidad va trasmutando en pánico. Por fin comienza a forcejear. Cuando la metieron en la habitación, gritó mi nombre, primero con sorpresa, luego con un deje de desesperación que se fue transformando en verdadero pánico cuando aquellos dos tipos le cubrieron la cabeza con la bolsa de plástico transparente. A través de la pantalla, podía ver cómo su pecho bajaba y subía frenético.
Por favor, puede acercar la cámara para poder ver mejor sus ojos, le pedí al micrófono. La cámara me devolvía unos ojos abiertos de par en par, sublime gesto de terror dibujado en su rostro. La boca entreabierta intentaba atrapar salvajemente cualquier vestigio de aire.
Apriete más, poco a poco. Así, así, perfecto…
Comencé a teclear de forma compulsiva en mi ordenador. Las ideas para la próxima novela se volcaban a cañonazos sobre la pantalla.
Observé detenidamente cómo el plástico se pegaba a su piel a medida que intentaba atrapar el poco de aire que restaba dentro de la bolsa.
–No puedo ver con tanta humedad, por favor, pegue la cámara más a la cara. Humm, así, ¡maravilloso!
La visión era todo un regalo para la vista, toda una armonía de sensaciones que se convertían en los párrafos de la que sería mi próxima novela. Aquella sí que iba a ser mi mejor obra, la más sublime, la más real. Y ella sería la protagonista indiscutible.
Porque yo, ante todo, soy un caballero y siempre cumplo mis promesas.
(Nota de la autora: este textos está incluido en el libro de relatos ‘Gris oscuro tirando a negro’, editado por Mercurio Editorial, 2023)
Josefa Molina





























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