(142). LA BRISA DE LA BAHÍA. Reflejar lo cotidiano

¿Cómo se hace? ¿Cuál es el camino? ¿Por dónde empezar? ¿Qué se debería plasmar? ¡¡Ufff! ¡Cuántas preguntas!

Juan Ferrera Gil Lunes, 04 de Septiembre de 2023 Tiempo de lectura:

Intentar reflejar lo cotidiano, como lo único verdadero y realmente importante, no es tarea fácil. ¿Cómo se hace? ¿Cuál es el camino? ¿Por dónde empezar? ¿Qué se debería plasmar? ¡¡Ufff! ¡Cuántas preguntas! Ya ven: las cosas más sencillas, en ocasiones, resultan difíciles y procurar darles forma se convierte en un atrevimiento.

 

Sin embargo, podríamos intentarlo.

Acaso reflejar lo cotidiano sea

 

  1. mirar de frente y apreciar que contemplamos la vida sin el polvo africano, cada vez más frecuente, convertido en una cortina delicada y transparente que distorsiona levemente la realidad.

 

  1. O, tal vez, consista en observar las nubes que anuncian tormenta y nunca llegan a descargar; ya se sabe: las dichosas nubes isleñas.

 

  1. Quizás sea entrar en una novela y quedarnos atrapados en su argumento e intentar comprender que la vida que llevamos se parece mucho a la de los demás, donde lo extraordinario se verifica en los pequeños acontecimientos que compartimos con los otros.

 

  1. O, por último, reflejar lo cotidiano, a lo mejor, reside en quedarnos suspendidos en el Coro de los Esclavos de Verdi, donde las partituras, que habitan y habilitan las consabidas notas musicales, ofrecen tantas combinaciones posibles que capaces son de superar el tiempo; además, la música siempre tiene la osadía, o el legítimo atrevimiento, de regresar.

 

Porque la cotidianidad a la que modestamente nos referimos es la que cada día sentimos, vivimos y compartimos con nuestra vecindad, aunque se sostenga a través de miradas y no de palabras. Después, lo que deberíamos hacer, y tanto nos cuesta, es muy fácil: mirar, leer y vibrar con la música.

 

¡¡Hasta el acorde final!!

 

Sin embargo, dejemos meridianamente claro que “reflejar lo cotidiano” solo lo ha conseguido Carmen Laforet, que ya es otro nivel. O como se diga. Modestamente, inteligentes lectores, les proponemos que lo descubran y disfruten en cualquiera de sus obras: comprobarán que en ese intento personal las dimensiones se expanden.

 

Y Carmen Laforet lo verifica con cabeza y criterio.

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