El escaparate de una ciudad. Juan FERRERA GIL
La ciudad, Patrimonio de la Humanidad, convertida en un escaparate permanente, en nuestros años universitarios se mostraba pequeña, oscura, eternamente fría y peculiarmente fea. Ya hace algún tiempo que todo, afortunadamente, ha cambiado. A mejor. Por eso, visitar nuevamente La Laguna no solo es traspasar el tiempo y darse una vuelta por él, sino que, a la vez, con los cambios producidos, se ha ido agrandando en el mismo espacio y hoy resulta ante nuestra visión como “un escaparate cosmopolita” donde los cada vez más frecuentes turistas ojalá no la conviertan en otro Parque Temático, como ha sucedido con otras ciudades: el penúltimo gran peligro. Otrosí, los viejos barrancos de barro y tierra, tan cercanos a la Avenida de la Trinidad, han desaparecido en enormes calles; saturadas de coches, eso sí. De momento, sus vías peatonales mantienen el sabor de la actualidad ensamblada con una arquitectura de siglos donde la gente, variopinta y mezclada, participa del misterio que la ciudad ofrece: una Laguna perdida en el tiempo que ha sabido superar lo rancio, pequeño y estrecho.
La Laguna es hoy una ciudad llena de tendencias, donde la tradición se mestiza con lo nuevo y, en ese recurrente barullo, sobresale por encima de otras. Porque todas caben en ella. Si echan un vistazo a las imágenes con cierto detenimiento, podrán ver saludos y encuentros, desayunos y cortados; tal vez, imaginando un poco, chiquillos empeñados en descubrir, como es su curiosa naturaleza, y jóvenes padres que no les pierden de vista, además de pasados recordados y presentes cambiados que pretenden vivir un tiempo sin tiempo. La Laguna resulta tan entrañable, tan metida en sus costumbres y en su particular forma de ser que, precisamente por eso, sobresale sobre otras ciudades, aunque se denominen capitales.
Y, al observar sus escaparates, no solo apreciamos la evolución sufrida, sino, a la vez, también su quietud, donde el inexorable paso del tiempo se detiene para avisarnos y recordarnos que la lentitud es un don, una manera de ser, una forma de vivir y de entender el mundo.
Por eso La Laguna es como es.
Podrá ser todo lo contradictoria que ustedes, inteligentes lectores, quieran. Sin embargo, ante nuestros ojos se muestra sincera y entrañable, eterna amiga en la que durante un tiempo creímos que nos íbamos a comer el mundo y, posteriormente, transformarlo. En aquellos años universitarios pensábamos que la sociedad evolucionaba al mismo tiempo que nosotros no parábamos de crecer. Cuando nos dimos cuenta de que no era así, ya estábamos establecidos en la isla de enfrente, donde la vida transcurría dando enormes zancadas como La Laguna iba evolucionando. Y de todos los escaparates, los viejos, acaso los más sencillos, llanos y directos, nos devuelven un mundo que ya solo existe en nuestra imaginación.
Así se escribe la historia.
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Juan FERRERA GIL
































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