Magma mía

Quico Espino

El mes pasado, a poco de estallar un volcán en Islandia, no muy lejos de Reikiavik, encontré una foto de dicho volcán, el Litli Hrútur, en Google; dije: ¡mi madre!, con pasmo en la mirada, la pasé a mi escritorio con intención de reenviarla por WhatsApp  y, después de hacerlo, casi al instante, mi amigo Ignacio, que estaba en línea, me respondió con una expresión parecida a la que yo había exteriorizado, aunque más lúdica, haciéndome sonreír  y replicar con un jajaja.

 

-¡Magma mía! –me dijo, y añadió un emoticono con ojos asombrados.

 

Me gustó la expresión como título para un artículo. Me resultó simpática y enseguida le vi dos caras: una relacionada con un tema de Abba, del que más adelante se hizo una película protagonizada por Meryl Streep, con el mismo  título de la canción del grupo sueco, Mamma mia!, que, por otra parte, es una expresión italiana de toda la vida, como también lo es la española ¡Madre mía!, que por aquí, en Canarias, al menos la gente que me rodea, solemos decir ¡Mi madre!

 

La otra cara incumbe al volcán en sí, al magma volcánico, a la lava que sale a chorros hacia el cielo, igual que llamaradas incandescentes, como muestra esta foto del Cumbre Vieja, en La Palma, que me mandó más tarde mi amigo Ignacio,

 

[Img #10246]

 

… o de esta otra, también del volcán palmero, que hace casi dos años que entró en erupción,

 

[Img #10247]
 
… en la cual, aparte de las llamaradas, vemos la lava correr como un río de fuego ladera abajo.
 
Teniendo en cuenta que la actividad geológica y bioquímica de los volcanes genera los componentes precisos para la vida, favoreciendo que se desarrollen distintas especies animales, no es de extrañar que los seres humanos no existiéramos si no existieran también los volcanes, como tampoco habríamos nacido si no fuera por nuestros padres.
 
O sea que la expresión ¡Magma mía! vendría a significar lo mismo que Mamma Mia!, ¡Madre mía! o ¡Mi madre!  
 
Seguro que si desde un principio la citada locución hubiera incluido al padre y no a la madre, nos habríamos acostumbrado a ello, pero ahora sonaría rarísimo escuchar Padri mio!, en boca de un italiano, ¡Padre mío!, dicho por un peninsular, o que un canario dijera ¡Mi padre! 
 
Y, por otra parte, no habría juego de palabras que diera lugar al título de este artículo, el cual, curiosamente, se compone de un nombre masculino y un adjetivo femenino, y, aunque llame la atención, tal vez no resulte extraño porque, de manera lúdica, se relaciona de inmediato con Mamma mia! 
 
Es lo que tienen algunas palabras. Que se puede jugar con ellas.
 
Texto: Quico Espino
Fotos: Google

 

 

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