
“El cortadito de media mañana, en el Parque de San Juan, no solo lo endulzamos con el azul del cielo, sino que las voces lejanas parecían, delicadamente, desleír el azúcar.
Una mañana tranquila se abría paso en la ciudad norteña. Pero todo cambió a las pocas horas: nada es eterno: nunca somos conscientes de que la vida, siempre, siempre, es imprevisible. Como el pasado. En fin, que no les digo nada nuevo.
Eso sí: el cortadito de media mañana estaba riquísimo.
De ahí el valor de lo cotidiano.”
Juan FERRERA GIL
































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