Desierto de sal

Quico Espino

Hace unos meses, delante de la farmacia de Sardina, mi amiga Mariola me abordó, como si yo fuera un barco, y me dijo:
 
-Ya has escrito sobre los desiertos de arena y de nieve. Ahora te falta el desierto de sal.
-¿Cómo? –repliqué, ignorante de mí, pues no sabía la existencia del Salar de Uyuni, un lago prehistórico que se secó, que se encuentra en Bolivia, situado a tres mil seiscientos cincuenta metros sobre el nivel del mar (casi como El Teide) y con una extensión de diez mil quinientos ochenta y dos kilómetros cuadrados, del que, añadió, tenía un montón de diapositivas que había sacado muchos años atrás, en su primer viaje por esos mundos.
 
Diez mil millones de toneladas de sal, ¡qué barbaridad!,
 
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… de la que se extraen cada año veinticinco mil, especialmente en una zona llamada Colchani, una enyodación de sal, cuya población se dedica a trabajar en la salina, siguiendo el llamado proceso de la sal: recoger, amontonar,
 
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… limpiar, enyodar, hornear (para secarla) y moler. 

 

Una labor dura y mal pagada porque el kilo de sal se vende a 50 centavos, unos ocho céntimos de euro, por lo cual esta gente malvive como puede en esta rigurosa geografía, trabajando con pico y pala y una especie de espátula grande:

 

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El día que tuvo noticia de esta historia tan injusta, mi amiga Mariola se entristeció mucho y se enfadó con las empresas extranjeras que explotan el salar (americanas, rusas, alemanas, inglesas, chinas…) y, por la noche, durmiendo en un hotel donde todo es de sal salvo las puertas y el techo,

 

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… en sueños, invocó a Simón Bolívar, el libertador, el cual vino, montado sobre un corcel blanco, a poner los puntos sobre las íes, consiguiendo que los trabajadores del salar fueran remunerados de manera digna. Y ella, que se despertó aplaudiendo, se quedó con la magua de que todo hubiera sido un sueño.

 

En el salar hay varias islas, siendo la más grande la Isla del Pescado, cuya peculiaridad reside en el hecho de que está completamente llena de cactus enormes

 

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… y de que se encuentra rodeada de un manto de sal tan blanco que mi amiga lo comparó con el blanco nuclear de los productos de limpieza.
 
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En medio de esa blancura resaltan las formaciones volcánicas de la isla, riscos y montañas, así como los changos negros que sobrevuelan la zona para posarse en lo alto de los cardones:
 
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También se ven flamencos en Uyuni, y vicuñas, zorros y llamas, que, a veces, se caen en los ojos del agua del salar, agujeros que se forman en la capa de sal,
 
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… debido a gases que llegan por un conducto natural, desde un volcán cercano. Son tres los volcanes que se encuentran en el salar: dos de ellos están juntos y uno separado.

 

Cuenta una leyenda que los volcanes que se hallan cercanos se enamoraron y tuvieron un descendiente, el cual nació un tanto alejado. Entonces los padres llegaron al acuerdo de turnarse al hijo y cuando la madre se tuvo que distanciar de él lloró lágrimas de fuego, que se convirtieron en lava, y de sus senos manó tal cantidad de leche que dio lugar al salar.

 

Muy bonita la leyenda. ¡Las cosas que se hacen por amor! El amor debería ser, sin duda, el motor que mueva este mundo. Pero, por desgracia se hacen muchas más cosas por dinero que por amor.

 

Qué pena me da decirlo. La misma que siente, estremecido, el volcán madre del Salar de Uyuni, el desierto de sal más grande del planeta.

 

Texto: Quico Espino

Fotos e información: Mariola Ojeda León.

 
 
 
 
 
 
 
 
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