
“En los lejanos años de la infancia, en un coche de hora parecido al de la imagen, mi tío José Almeida, chófer de la desaparecida AICASA, junto con Brunito Hernández, cobrador, nos llevaban gratis a Cardones alguna tarde que otra.
En aquel tiempo que se ha esfumado como un azucarillo en el café, Montaña de Cardones estaba muy alejado del centro de la ciudad; al menos, con nuestras miradas infantiles, eso nos parecía. Mi hermano Pedro, y dos de los hijos del cobrador, Nito y Gustavo, íbamos a Cardones como quien se dirigía a un lejano paraíso, donde todo estaba por descubrir. A la entrada del barrio, en la misma esquina del cruce, nos esperaba el entrañable, educado y servicial Mastro Ciriaco, siempre acompañado de su bastón y su sombrero negro. Luego, en el patio de su casa, al lado mismo de la plaza de tierra, nos regalaba unos duraznos que ninguno posterior ha podido superar el extraordinario sabor infantil de aquellos días.
Sí, aquel viaje a Montaña de Cardones era una auténtica fiesta.
Pero no lo sabíamos.”
Juan FERRERA GIL
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