Ventana. Juan FERRERA GIL“Detrás de la ventana horadada en la puerta, la biblioteca: estanterías que vestían dos paredes completas, libros ordenados por temas y sillones dispuestos a adormecer: la lectura era un arroyuelo constante y delicado, que, nacido en los barrancos invernales, siempre me traía el olor de la manzanilla.
Tras esa ventana oía el zumbido comercial de la calle, donde diversas carpinterías y tiendas de aceite y vinagre, incluso la vieja oficina de Telégrafos, llenaban de agradable ruido los días que transcurrían, entonces, tan lentamente. Luego, la incesante actividad comercial se fue trasladando, paulatinamente, a la transversal de abajo que, en su desarrollo lineal, se aventuraba como la más comercial de la ciudad. En cambio, mi calle, San Juan, pasó a vivir etapas más sosegadas y tranquilas: solo las procesiones y el Corpus alteraban su callado semblante. El silencio avanzaba sin límites y percibía las voces de las criadas que, al tender la ropa, hablaban desde las azoteas enfrentadas en las mañanas luminosas. Yo, ensimismado en la lectura de los realistas rusos, después de haber dado debida cuenta de los ingleses, me dejaba llevar. Y el susurro de aquellas palabras no solo me adormecía sino que otro tiempo había venido a visitarme.
Y la ventana, siempre fiel a la cita, cumpliendo perfectamente su misión, de la casa grande me traía, como si un regalo fuera, las dulces y pausadas palabras susurradas de mis vecinos.”
Juan FERRERA GIL
































Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.32