
Prefiero las ratas, me escuchan y compadecen sin juzgarme. He descubierto su amistad después de un año de “coqueteos”.
Hoy es mi día de suerte. Recibo carta, la sopeso, veo su escritura, el sello, las cicatrices del viaje, las que me unen al mundo externo, ¡vuelvo a ser alguien! Me acompañan las sombras, me bailan las pestañas…
Después de la cena la leeré, así me durará ese homigueo en una jornada brutalmente vacía. Será el postre que abone y salve mi sesera. Al final, antes de dormirme, acerco el arrugado sobre a mis “amigas” y… ¡las muy puñeteras se lo comen!
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