Reinterpretar sombras

Ahora que el cambio climático ha adelantado su ciclo, y nos pilla con el pie fuera del tiesto, los alcaldes, repetidores o no, deberían apostar por crear zonas de sombras; ya se sabe: reinventarse o morir.

Como los árboles tardan años en crecer, la presencia de la sombra en nuestros pueblos y ciudades se nos antoja más necesaria e inmediata que nunca. Si los alcaldes miraran con detenimiento sus variados entornos, que dicen regentar, de otra manera, comprenderían la necesidad de ensombrecer algunas calles, o parte de ellas, plazas y rincones donde la gente suele ubicarse para mirar, charlar o matar el tiempo. Se avecinan días calurosos, según los expertos, así que harían bien los ayuntamientos, a través de cintas, telas o toldos, que decidan los verdaderos especialistas, cubrir determinadas zonas pues ello redundaría en la salud y en el bienestar de sus habitantes.

Deberían los políticos estar con los ojos bien abiertos y, ahora que se acercan las diversas y variadas fiestas patronales, poner en valor la reinterpretación de la sombras. Las ciudades, los lugares, nunca son inamovibles. Y como nuestros pueblos están más vivos que nunca, sobre todo, ahora, que se ha ido a tomar por saco la terrible pandemia, deberían los alcaldes y sus respectivas corporaciones echar un vistazo con más atención. Sí les aseguro que unas cuantas personas, en nuestras acostumbradas caminatas, a su modo y manera, han incidido en esta idea: crear sombras para protegernos y, al mismo tiempo, poder disfrutar del entorno, de las probables actuaciones y, más que nada, de las amistades; ya se sabe: las carpas metálicas multiplican el calor y son muy invasoras, y predisponen el espíritu de otra manera.

Estaría muy bien que los distintos alcaldes, nuevos o no, se atrevieran a plantar una pica en Flandes.

No sé si logramos explicarnos.