Liminar. Juan FERRERA GILDespués de una tarosada nocturna que empapó los coches e inundó de humedad las calles norteñas, el sol salió tibiamente en la mañana siguiente y, durante unas horas, se convirtió en azul.
Aquel domingo, 8 de enero de 2023, significaba que la normalidad y la rutina regresaban hasta que las siguientes fiestas se adueñaran del tiempo, de la música y de las risas a la vez que los siguientes pasos en el baile marcarían el nuevo intermedio. Sin embargo, aquella mañana dominguera, tranquila y callada, hablaba de cansancio, resaca y felicidades a cada paso. La calle que desemboca en la Plaza, sin coches: las fachadas parecían alongarse más de lo debido con el vano deseo de provocar la mirada detenida; no son las mismas cuando los coches desaparecen: la vida se enlentece y la cámara fotográfica se independiza y no deja de respirar, intentando atrapar con vehemencia el aliento del instante. Solo tienen que mirar, avezados lectores, con detenimiento las imágenes: podrán escuchar las palabras no dichas, los sentimientos que no llegamos a verbalizar y las sensaciones que han quedado dentro de las alforjas del caminante.
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Los dibujos del sol van cambiando al tiempo que las sombras proyectadas van mudando de sitio en agradable silencio mañanero de sol y sombras: la combinación perfecta. Las pocas personas que transitan en la mañana ni siquiera se han percatado del fenómeno: como somos incapaces de atrapar las palabras necesarias y precisas, solo nos quedan las distintas imágenes. Por eso les decíamos antes que miraran con atención y, sobre todo, con pachorra isleña, que es una manera de apreciar las diferencias lumínicas que intentamos atrapar. Pero no lo conseguimos: no hay manera: ni con palabras ni con imágenes. En cualquier caso, les aseguramos que lo intentamos con fe berroqueña.
Al hilo de lo que leemos, hemos encontrado la palabra que define esta situación intermedia: liminar. Pues eso: este domingo, 8 de enero de 2023, resultó algo así como el interludio de una pieza musical: un tiempo de espera y libertad; apenas un instante que no pretendía ser definitivo, solo el paso siguiente, que se atrevía a dar otro más hasta tropezar con el casi definitivo: buscábamos la personalidad de lo inerte.
![[Img #8881]](https://infonortedigital.com/upload/images/06_2023/9217_132-limnar3.webp)
Liminar, sí. Tal vez lo que Marcel Proust llamaba “la soledad de los alrededores”, donde la luz quedaba detenida en los tempranos paseos.
Sí, quizás sea eso.
Liminar.
Juan FERRERA GIL
































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