
Cuando las calles desaparecen y se convierten en tapices alfombrados por la labor impagable de sus habitantes, viene a significar que el Corpus Christi, una vez más, ha regresado a la ciudad.
Cuando las calles adquieren el bullicio improvisado de los lienzos recostados y dibujan pasajes bíblicos de estructura floral, viene a indicar que Arucas se mueve e intenta lucir no solo a sus improvisados artistas de lo efímero, sino que trata de ocupar un lugar señalado en el día tan especial en que la gente se molesta, se agacha y se levanta continuamente para intentar crear belleza y poder atrapar la mirada del paisano y del forastero que, en su lento recorrido, no deja de admirar la paciencia, la tranquilidad y la pachorra de los aruquenses en su deseo de inmortalizar, apenas por unas horas, las alfombras del Corpus.
Cuando las calles vibran y sienten su respiración, vienen a situarnos no solo en la infancia permanente sino que, desde su altar itinerante, las flores, la sal de colores y la tierra de la zona son los ingredientes necesarios que vestirán la tarde de un domingo especial, donde el repique de las campanas nos acercarán otros momentos y convertirán ese instante en único.
Por eso la gente de Arucas que ha elaborado las distintas alfombras con su esfuerzo e ilusión, únicos y constantes, nunca pierde la sonrisa del trabajo efímero que, mezclado con la sonrisa permanente, renovará el año siguiente. Solo hay que esperar.
Pero, de momento, lo mejor es mirar y disfrutar de sus creaciones. Porque son las de este año.
Galería fotográfica en este enlace (I).
Juan FERRERA GIL
Galería fotográfica en este enlace (II)
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