La primera alfombra

La primera alfombra aruquense del Corpus siempre viene de mano de la Naturaleza.

Cada junio, cuando los días grises regresan, en el entorno del Cruce del Pino, en el inicio mismo del Camino hacia Teror, las jacarandas del lugar tiñen el suelo que las rodea: las jacarandas en Arucas, todas ellas, viven un renacimiento constante. Sin embargo, en El Pino, al estar muy cerca unas de otras, la alfombra se produce diariamente y, sobre todo, los domingos adquieren su máximo esplendor: su delicado color no solo alegra el día sino que anuncia el arte efímero que se producirá próximamente en las calles aruquenses, donde las distintas alfombras mantienen a una vecindad que se resiste a perder uno de sus mejores patrimonios. Realmente la ciudad norteña sabe de flores, de piedra azul y del auténtico sabor de lo cercano.

Por eso las alfombras del Corpus siempre son esperadas con extraordinaria expectación.

Y las personas que participan activamente en ellas, auténticos valedores y guardianes de la tradición más festiva, merecen todo nuestro respeto y considerada admiración.