(130). LA BRISA DE LA BAHÍA. Calima

...posee una clara personalidad debidamente contrastada, casi nos llega con “denominación de origen”: siempre que nos visita, África está más cerca y La Costa regresa más allá de las consabidas canciones.

Juan Ferrera Gil Lunes, 12 de Junio de 2023 Tiempo de lectura:
Calima. Juan FERRERA GILCalima. Juan FERRERA GIL

Cuando se aproxima el invierno, es una auténtica osadía llamar “invierno” al “invierno” por estas islas mayormente asirocadas (y que me perdone el maestro Pepe Alemán por robarle una de sus expresiones: copiamos a los maestros, ya se sabe), la calima regresa fiel a la cita: aciertan siempre los meteorólogos en sus pronósticos.

 

Cuando sucede, por cierto, cada vez con más frecuencia, el paisaje desaparece y el entorno, embrujado y neblinosamente raro, se torna desapacible y desagradable, un pelín misterioso y, sobre todo, único en su dificultad: como si intentáramos dibujar a carboncillo un paisaje triste y gris. Y, también, pegajoso, donde poder dormir, por ejemplo, es una acalorada aventura, y las ventanas mudan en ojos que no cesan de mirar. Digamos que las fotos que acompañan fueron tomadas en diciembre de 2022, cuando la nube polvorienta intensa no llegó a teñirse, al menos en esta ocasión, de color naranja. Uuuuffff!!!

 

[Img #8345]

 

Cayeron, entonces, cuatro gotas y “aterrizó” la tierra del ambiente; los paseantes habituales y fieles de la Avenida de La Charca lucían en sus rostros “el aguante que hay que tener para soportar este cambio climático o lo que sea”. Así que durante veinticuatro horas todo se llenó de polvo africano: las casas, las azoteas, los coches y las calles, que, en algunos tramos, pasaron a convertirse en deslizantes y peligrosas: la calima confundida con el agua.

 

Esta atmósfera africana posee una clara personalidad debidamente contrastada, casi nos llega con “denominación de origen”: siempre que nos visita, África está más cerca y La Costa regresa más allá de las consabidas canciones.

 

Y descubrimos, además y también, que las fronteras solo sirven para adornar los atlas: simples convenciones lineales que los humanos nos hemos dado para comprobar, una vez más, que el campo no admite puertas.

 

Porque de repente, (o de remplón), viene una calima y lo difumina, desvaneciéndolo, todo.

 

O casi.

 

Juan FERRERA GIL

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