El cartero de mi pueblo. Foto: Lorena Moreno BolañosNo pude nunca estar más orgullosa del cartero de mi pueblo.
Cuando era niña, me encantaba salir con mis amigos y encontrármelo por la calle, con su pesada cartera de piel marrón llena de cartas a cuestas. Me fascinaba asomarme dentro de la misma y contemplar todos aquellos fajos de cartas envueltos con elásticos de goma tan perfectamente colocados y ordenados.
Recuerdo con mucha claridad cuando al cartero le cambiaron su viejo uniforme por la camisa amarilla y el pantalón azul. ¡Qué elegante estaba con su nueva vestimenta! Entonces aquella cartera pasó a la historia y al cartero le proporcionaron un carrito de la compra amarillo para que tuviera menos molestias en la espalda. En aquel momento pensé que así podría soportar mejor todo el peso de la correspondencia. Estoy convencida de que debía ser duro patear todo el pueblo con aquel “carterón” a hombros durante todas las mañanas. Sin embargo, he de admitir que yo nunca le oí quejarse. Y si lo hacía, era en voz baja, como para no molestar.
Algunos sábados me colaba en su oficina en la plaza del pueblo. Para mí era todo un acontecimiento. Entraba por detrás y yo me sentía importante. ¡Qué niño o niña no se siente así cuando entra en el lugar de trabajo de alguien tan crucial! Yo me volvía invisible y subía a su “despacho” en el piso de arriba. Una enorme mesa gris con varios casilleros. Se sabía el nombre de todas las calles de memoria y yo, desde un rincón, veía cómo iba metiendo las cartas en aquellos cubículos casi sin mirar. A mí me parecía asombroso la rapidez con la que lo hacía. ¡No saben qué arte tenía aquel cartero para clasificar la correspondencia!.
El cartero de mi pueblo nunca faltaba al trabajo. “Es de la vieja escuela”. Hoy día creo que son otros tiempos. Él pertenece a una generación hecha de otra casta. En la actualidad creo todas estas nuevas generaciones que si X o Y somos muy blandengues… El caso es que a veces me preocupaba. Sabía que había estado con fiebre y tos toda la noche, pero a las 7.00 de la mañana estaba en pie, como un reloj, afeitándose en el baño con la radio puesta. Hombre de rutinas. Hoy día me he dado cuenta de que las rutinas son tan importantes.
Una mañana, mientras paseaba por las calles de mi pueblo después de algunos años fuera, me sorprendí buscando una camisa amarilla y un carrito con el símbolo de Correos delante de algún portal. Fue entonces cuando me di cuenta de que a aquel cartero al que tanto había admirado en silencio, le había llegado el momento de salir a pasear por las calles del pueblo con un polo verde y otro tipo de carrito.
Texto: Guacimara Moreno Bolaños
imagen: Lorena Moreno Bolaños






























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