
“Ahí, en esa casa del fondo, viví mis primeros años.
Cuando nos mudamos, con todo el dolor infantil de aquel tiempo, nos dijeron que la derribarían porque una nueva calle era algo así como una necesidad imprescindible. Ahora que el tiempo ha pasado, la casa sigue en su sitio y siempre he sentido que me pertenecía. Cuando cumplí cuarenta años la pude comprar. La arreglé y a ella he regresado como quien recupera una parte de su vida: un tesoro perdido en las profundas aguas de los mares del sur. No ha cambiado apenas; bueno, sí: los colores de las habitaciones la han llenado de alegría y, como me casé tarde, los chiquillos que ahora tengo son pequeños, y siento con orgullo de padre mayor, que disfrutan igual que yo este momento mágico.
Por fin la casa me ha acogido de nuevo.”
Juan FERRERA GIL

































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