
Ismael García Jiménez dice que lleva el pastoreo en los genes, herencia de los abuelos. Hace unos años, empezó con su propio ganado de cabras, poco a poco, pero llegó el momento en el que tuvo que elegir entre el trabajo que tenía o el ganado, y como es de suponer, eligió a sus cabras.
Sus abuelos eran trashumantes, pero no fue hasta el año pasado, que decidió mudarse a la cumbre para que el ganado comiera. Él lo llama la mudá porque así lo aprendió desde pequeño.
Este domingo, volvió a hacer la mundanza. Desde Tierra Bermeja, en la hermosa Longuera del Valle de Agaete, sobre las seis y media de la mañana, con el frescor del alba, partió hacia la cumbre, con sus 110 cabras y una cuadrilla de 15 compañeros que lo ayudaron en el traslado.
Ismael asegura que el ganado estaba entrenado, ya que durante 20 días, hizo la rutilla, para que aprendieran el camino. Y sí que lo aprendieron, porque parecía que las cabras sabían que era el día de la mudanza, y brincaron por los Roques Bermejos, para enlazar con la Degollada de las Arenas, en el viejo camino que lleva a Tamadaba.
Rápidas iban las cabras, imponiendo el ritmo del camino, cómo si estuvieran ansiosas de llegar a la Montaña Los Brezos, y pegarse el festín del sabroso pasto cumbrero. Poco antes de las doce del mediodía ya estaba la mudanza hecha.
Arriba, en la cumbre, Ismael y sus cabras estarán cuatro o cinco meses, dependiendo de la comida y del tiempo. Después llegará el momento, de regresar a Agaete, deshaciendo el camino, para pasar el invierno.
BIENVENIDA TRASHUMANCIA
De Tierra Bermeja en la vuelta Las Longueras,
desde el Valle de Agaete hasta Guardaya en Artenara,
lo resistente se hila muy fino.
De la trashumancia y del trashumante,
del amanecer es el camino,
un paso incansable hasta llegar al fin, a su destino.
En el rume del ambiente
hay algo especial que se siente.
El ubuntu se dispara
el humus nos declara su relación cuajada de amistad,
un cruce ligerísimo entre cabras y pastores por igual,
ataviados de voces cencerradas
conectando un lugar a otro lugar
tradición antepasada que el presente no debe quebrantar.
Ni olvidar.
El que trashuma rezuma alegría y felicidad:
sentir de identidad
digerir sabiduría ruminal
un herbario en las entrañas de poder mental
zurrones cargados de acción vegetal.
Avanzan los pastores por los corredores de lo ancestral,
nadie los puede alcanzar
caracterizados por un biorritmo de inteligencia kinestésica corporal,
conjugando los verbos heredados cuidar y valorar
obteniendo y guardando la más bella imagen de un recurso natural.
Todo ha salido bien
justo a tiempo de celebrar lo estacional,
¡pastando una fresca de rural!
que ya las cabras viajeras,
las reinas de las Longueras,
comparten en la cumbre su nueva majá.
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