Cuervo protestón

Recuerdo que, de pequeño, cuando iba a los partidos de fútbol entre Ingenio y Agüimes, a los que siempre asistía la Benemérita para que no le pasara nada al árbitro, a éste le llamábamos cuervo negro, aparte de otros apelativos mal sonantes en los que habitualmente se mentaba a su madre, aunque ella no tuviera culpa alguna.
También recuerdo un chiste en el que el lobo preguntaba:¿dónde vas, Caperucita? Y ella, extrañada, decía: ¡jolín, un lobo que habla!
Pues algo así fue lo que pensaron dos amigos míos, ciclistas ambos, que, llegados al Montañón Negro, en Los Pinos de Gáldar, divisaron a un cuervo que sobrevolaba la zona, contemplando el paisaje, mirando luego hacia ellos, y que, casi de inmediato, vino a posarse sobre un palo de la barandilla de la carretera, al lado de donde ellos habían aparcado las bicicletas. Enorme les pareció cuando lo vieron de cerca, imponente,
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… pero él, aparte de mostrarse de lo más sociable y de no asustarse ante la presencia de mis amigos,
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… se puso a graznar de manera ostentosa, cra cra cra, y dijo todo lo que quiso. Daba la impresión de que se posó allí para comunicarse con los ciclistas, que, por algún motivo, le inspiraron confianza. Ellos no entendieron sus graznidos pero el cuervo estaba protestando porque el viento le trajo un rumor, poniéndole las plumas de punta, relacionado con un tendido de alta tensión que pretenden poner por Guía, Gáldar y Agaete, con treinta y cinco espantosas torretas metálicas que situarían en lugares a donde él suele ir de paseo a planear en calma: Las Rosas, El Agazal, Hoya de Pineda, Tegueste, Piso Firme y Cercados de Merino, entre otros.
Eso le preocupa
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… y tiene que comunicarlo a su familia y a todos sus congéneres para que sepan que puede haber peligro si van por esos lugares, en caso de que se lleve a cabo dicho atentado contra el medio ambiente.
En un documental titulado “La inteligencia del cuervo” se asegura que estas aves observan, aprenden y memorizan la información para luego transmitirla a los otros cuervos, a los que hablan de sus recuerdos. Son seres inteligentes, que pueden vivir hasta veinte años, capaces incluso de usar herramientas, como las perchas de alambre que roban de los tendederos para fabricar nidos en los árboles.
Me sorprendió lo listos y avispados que son. Tienen diferentes llamadas de aviso: una para los gatos, otra para los halcones y otra para los humanos, aparte de otras muchas para casos distintos. Me resultó muy llamativo que los que viven en ciudades, si quieren comerse una nuez, la tiran, desde una altura previamente calculada, a la carretera, pero lo hacen cuando el semáforo está en rojo, para que los coches no la escachen o los maten a ellos al recuperarla.
Según dicho documental, pueden ser entrenados para hablar, predicen el futuro y revelan señales y presagios, siendo considerados símbolos de la mente, el pensamiento y la sabiduría. Además, les gusta relacionarse entre ellos, son muy sociables, y les encanta jugar en el aire, donde hacen florituras y acrobacias que van más allá de la mera diversión.
Odín era el dios cuervo en la cultura escandinava; sus hijas, las valquirias, a las que Richard Wagner dedicó una ópera épica, tenían el poder de convertirse en cuervos y recogían las almas de los guerreros muertos para ayudarlos a llegar al Valhala, el paraíso donde descansaban en paz.
No está en paz el cuervo protagonista de este relato, al que mis amigos bautizaron con el nombre de Montañón negro, lugar donde lo encontraron. Se siente inquieto porque le asusta el rumor que el viento le ha traído, y se vuelve para contemplar, con presagiada nostalgia, el encanto de Los Pinos de Gáldar,
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… mientras recuerda que tiene que comunicar la noticia a los suyos, sus hijos, su pareja y a todos los cuervos que conoce.
Finalmente se viró de nuevo hacia mis amigos ciclistas y empezó a graznar, a protestar, que no hay derecho, que no puede ser que se siga sacrificando la belleza de esta isla, que continúa siendo hermosa a pesar de todo, por los intereses de algunos que sólo quieren dinero.
Y siguió erre que erre, cra cra cra, hasta que se echó a volar.
Texto: Quico Espino
Imágenes y vídeo: Ignacio A. Roque Lugo y Elicio Rivero Navarro

































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