¡Quién te ha visto y quién te ve!

Quico Espino

El título de este relato es, como sabrán, parte del nombre de una obra teatral que Miguel Hernández escribió en 1933 y que termina así: … y sombra de lo que eras. Una frase que tanto se puede adjudicar a cualquier lugar que haya sufrido cambios como a uno mismo, después de mirar fotos de la niñez y verse reflejado luego en un espejo. 
 
¡Quién te ha visto y quién te ve, mi niño!, me he dicho bastantes veces, repasando álbumes  de fotos, siendo consciente, por supuesto, de que los estragos del tiempo son inevitables y de que tenemos  que envejecer por naturaleza.
 
Sin embargo, creo yo, sí que hemos podido hacer que nuestro entorno haya cambiado en mejores condiciones. Nuestra isla, por ejemplo, era un dechado de belleza hasta que empezó a llegar el turismo, allá por los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
 
Yo, que soy de Ingenio, y que fui uno de los tantos niños que le pedían una peseta a los turistas, con la mano por delante, recuerdo que yendo hacia Agüimes, sobre todo por la zona del barranco de Guayadeque, que era un vergel, había árboles por todos lados: naranjeros, palmeras de támaras (“támbaras” decíamos entonces los chiquillos cuando les tirábamos piedras para hacerlas caer), olivos, morales, limoneros…  y que todos los terrenos estaban cultivados: papas, millo, coles, calabazas… Y no hablemos de los tomateros. El sur de la isla, la zona costera en especial,  estaba lleno de plantaciones de tomates. Qué distinta cosa a lo que es ahora, convertido en zona industrial y turística. ¡Quién lo ha visto y quién lo ve! ¡Ni sombra de lo que era!
 
Por la zona noroeste de la isla el proceso no ha sido tan desfavorable como en el sur, porque, por fortuna, el terreno era más inaccesible y el turismo no lo tenía tan fácil. No obstante los cambios producidos podían haber sido mejores si se hubiese tenido en cuenta, a mi parecer, un plan de urbanización apropiado, como es el caso de Sardina del Norte, mi pueblo de adopción, al cual aprecio mucho y del que me siento parte integrante.
 
De hecho empecé a integrarme, en 1981, “jalando” del chinchorro, ayudando a los pescadores, que siempre me daban sardinas, a los que recuerdo con mucho cariño, al igual que a las mujeres que esperaban con las bañaderas en la playa para llenarlas y disponerse a vender el pescado.
 
Me habría gustado viajar en el tiempo para estar también presente en esta foto:
 
[Img #7777]
 
Fue sacada en los años veinte del siglo pasado, igual que la que encabeza el reportaje, en la cual vemos un muelle en el que atracaban veleros y correillos que transportaban el plátano a Las Palmas, pues se tardaba menos que por carretera y la fruta no se estropeaba. La compañía Fyffes, que así se denominaba también el puerto, se encargaba del transporte y almacenaba previamente los plátanos en la caseta del muelle y en otro hangar que se habilitó para la ocasión.
 
Un poco posterior parece la instantánea que les muestro a continuación,
 
[Img #7778]
 
… en la que la gente aparece disfrutando de la playa en un día soleado, con las barcas de los pescadores sobre La Laja. A la sombra de una lancha duerme tranquilamente un hombre, tal vez soñando con un viaje al futuro,
 
[Img #7779]
 
… a una época en la que en el muelle ya no atracan ni veleros ni correillos, ni siquiera los barcos pesqueros.
 
También por los años veinte o treinta del siglo XX,  una fiesta se está celebrando en la playa,
[Img #7780]
 
… que está atiborrada de gente vestida de domingo. Resulta muy llamativo ver que sólo hay dos o tres casas en la avenida, y arriba, en la parte alta del risco, un mamotreto que actualmente no existe. Hoy el aspecto de esta parte del barrio es bien distinto:
 
[Img #7781]
 
Todas las fotos históricas que he expuesto las he conseguido gracias a mi amigo Marcelo González Pérez, el cual, junto a otros amantes de la Historia y de la Fotografía, ha recopilado cientos de fotos, que le dejaron distintas familias, en la exposición titulada “Sardina ayer y hoy”.
 
Este es el cartel conmemorativo,
 
[Img #7782]
 
… en el que destaca la primera foto de arriba, a la derecha, en la cual pueden verse el litoral de Sardina y el barrio de Negrín prácticamente vacíos.
 
De otra recopilación de fotos titulada “Gáldar a través de la fotografía” he extraído ésta de los años sesenta,
 
[Img #7783]
 
… en la cual ya empezaba a perfilarse el aspecto que tiene ahora este sector del barrio:
 
[Img #7784]
 
Quiero acabar el reportaje cantándole una copla a este lugar que me acogió y en el que me siento como en casa: 
 
Sardina del alma mía, 
me seduces con tu encanto, 
con tu playa y con tus cielos. 
Y yo te quiero y te canto.
 
[Img #7785]
 
Dichos cielos, especialmente en otoño, se merecen adjetivos tipo fascinantes, sugestivos, embrujadores… y un reportaje entero ensalzando sus colores, las nubes encendidas y difuminadas, el esplendor del ocaso y ese pico Teide que, aunque está en Tenerife, forma parte del paisaje de Sardina.
 
Texto: Quico Espino.
Imágenes de los recopilatorios de  Marcelo González Pérez y Sebastián Monzón Suárez
 
 
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