Cuando el amor propio te hace olvidar la empatía

Zeneida Miranda Suárez

Existen personas que se trabajan día a día para conseguir un amor propio a la altura de lo que se merecen. Dicen, quienes entienden del tema, que para poder llegar a amar a otro primero tienes que amarte a ti mismo. Todo eso está muy bien, el autocuidado, los mimos a uno mismo y recordarte lo mucho que vales, ¡genial! Pero ¿qué pasa cuando por estar envuelto en esa obsesión por uno mismo nos olvidamos de los demás?

 

No estamos solos en el mundo. Somos seres sociales que nos relacionamos con nuestros iguales, y en estas relaciones no podemos ponernos por encima de nadie, ni querer ser mejor que nadie. Luchar por ser cada día mejor por ti y para ti sí, pero querer estar por encima de los demás ya no es autocuidado, es egoísmo. O al menos yo lo veo así.

 

Creo que todos conocemos a esa típica persona que quiere ser siempre el centro de atención. Que sus cosas son siempre mejores que las tuyas y las mías, que de lo más mínimo hacen una fiesta. ¡Bien por ellas! Me encanta el entusiasmo de esa gente, lo que no me gusta es cuando, por querer enaltecer sus logros o pequeñas metas hacen sentir a los demás como si fueran mierda o no valoren lo que otros, también con su esfuerzo, consiguen queriendo siempre pisar y opacar momentos llamando la atención. Como dijo una vez en televisión Isabel Pantoja “¡los focos a mi persona”! pues no, así todo el día no, que tanto foco es malo para los ojos.

 

Luego existen también esas personas que quieren ser mejor, hasta en lo peor. ¿Qué tú tienes treinta y ocho de fiebre y estás malísimo? ¡Ellos tienen cuarenta! ¿Qué tomas veinte pastillas al día? ¡Ellos cincuenta! Y así con todo. << ¿Tienes depresión? ¡Ufff yo llevo años así, hazme caso sé de lo que hablo!>> Porque luego son así, son maestros de todo. Saben de todo lo malo, como salir de todas las situaciones mejor que tú, porque han sufrido más, claro.

 

Pienso que la empatía es algo importantísimo para vivir en sociedad, que ponernos en el lugar el otro no nos lleva a ser peores que ellos, sino a saber ser iguales, que al final es lo importante.

 

Cuídate sí, ámate sí, pero no quieras ser mejor que nadie.

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