
“Elegí la terraza, aquel sábado de otoño, por varias razones: a) el sol acariciaba tibiamente las palabras susurradas que en mi cabeza bullían; b) la sombra se alejaba buscando otras calles más estrechas, acaso nuestras calles escondidas; c) cuando me decías adiós por última vez y enfilabas la calle de la Carrera.
Nunca llegué a comprenderte del todo: poder entendernos se convirtió en toda una proeza. Por eso afilamos nuestras lenguas como si cuchillos albaceteños fueran y nos causamos tanto dolor que, ahora, un año después, huyendo de los nubarrones grises, tus palabras resuenan en mi oído como si escuchara la voz de los mismos ángeles: éramos muy distintos.
Y aún me pregunto cómo pudimos aguantar tres años.
Y volví a nuestra terraza, como para celebrar el aniversario.”
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