El movimiento se demuestra andando

Miguel Rodríguez Romero

[Img #6601]Este proverbio que titula el relato tuve que explicarlo a mis nietos un día que los llevé de paseo por ciertas zonas del pueblo.
 
Los niños  preguntaron: 
 
-Abuelo, ¿existen volcanes en nuestro pueblo?
-Pues claro, podemos ver algunos si quieren.
 
Así que nos dispusimos a la pequeña excursión, ya que, pensé, un poco de cultura ecológica no vendría mal.
 
Bajamos por el Toscal y nos encontramos con La Caldereta, un enorme cráter de la zona, y, después de un millón de preguntas, continuamos el camino hacia Montaña rajada, otro lugar cubierto de picón, donde pudimos tocar las piedras con figuras caprichosas de la lava.
 
Los chiquillos quisieron llevarse alguna, pero yo les dejé claro que lo que allí estaba por naturaleza, allí se debía quedar.
 
Para la merienda, elegí una llanura que en otro tiempo fue un auténtico paraíso.
 
Pero mi sorpresa fue demoledora, pues algún desalmado, por llamarlo de alguna manera, había volteado un camión de escombros.
 
Le dije de todo, que si esto, que si lo otro, guarro y más que guarro.
 
Caída ya la tarde, decidí llevarlos a la playa. Hacía viento, para variar, a pesar de lo cual mis nietos se lo pasaron en grande.
 
Dejando la playa subimos hasta la montaña del Burrero, donde hay unos atriles divulgativos arqueológicos de la zona, y me pareció interesante darles una clase a los niños.
 
Ensimismado en la explicación,  los miré y me di cuenta de que dos velas de mocos, como dos carriles, salían de sus narices.
 
Rápidamente, busqué servilletas, pero no encontré ninguna y entonces eché manos de varios tiques de aparcamiento que, casualmente, tenía en el bolsillo del pantalón.
 
Me apresuré en limpiar a mis nietos, pero claro, entre la urgencia y el descontrol, cometí el error de soltarlos, y se los llevó el viento.
 
Los dos chiquillos me miraron con los ojos como platos y me dijeron:
 
-Perdona,  abuelo, pero tú también eres un poco guarro.
 
O sea que el dicho ese de que el movimiento se demuestra andando quedó patente y yo tuve que pedir perdón a mis nietos, aunque, en mi descargo, alegué que el viento también había participado.
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