Pino Ojeda“ORDEN de 24 de abril de 1973 Por la que se crea la Biblioteca Pública de Arucas (Las Palmas).
Ilmo. Sr.: Visto el expediente incoado en virtud de petición formulada por el Ayuntamiento de Arucas, solicitando la creación de una Biblioteca Pública en dicha localidad.
Visto asimismo, el concierto formalizado por el referido Ayuntamiento y el Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas de Las Palmas, en el que se establecen las obligaciones que ambos contraen en cuanto se refiere al sostenimiento y funcionamiento de dicha Biblioteca. teniendo en cuenta los informes favorables emitidos por el Director del mencionado Centro Coordinador de Bibliotecas y el Jefe de la Oficina Técnica del Servicio Nacional de Lectura, y de conformidad con lo establecido en el apartado c) del artículo 13 del Decreto de 4 de julio de 1952.
Este Ministerio ha acordado lo siguiente:
Primero.-Crear la Biblioteca Pública de Arucas (Las Palmas)
Segundo.-Aprobar el concierto suscrito entre el Ayuntamiento de Arucas y el Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas de Las Palmas.
Tercero.-Aprobar los reglamentos de régjmen interno de la Biblioteca y de préstamo de libros.
Lo digo a V. I. para su conocimiento y demás efectos.
Dios guarde a V. I.
Madrid 24 de abril de 1973.-P. D., el Director general de Archivos y Bibliotecas, Luis Sánchez Belda.
Ilmo. Sr. Director general de Archivos y Bibliotecas”
Para celebrar la efeméride de este evento, del que se cumplía ayer el cincuentenario y que se vería culminado con la apertura de la Casa de la Cultura tan sólo dos meses más tarde, el 28 de junio de 1973; el Ayuntamiento de la ciudad de Arucas y la Fundación Canaria Pino Ojeda han decidido organizar conjuntamente una exposición que con dicho motivo y el de celebrar el Día del Libro del presente año llevará a dicho municipio una muestra configurada por documentos, fotografías, autógrafos, etc., que bajo el título “Tres Premios Nobel en el canon de Pino Ojeda”, mostrará su relación con Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela.
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CAMILO JOSÉ CELA
PREMIO NOBEL DE LITERATURA 1989
En 195-, a raíz de la obtención del Premio Nacional de Poesía Adonais, Pino Ojeda reconocía que dependiendo de su estado de ánimo, se inspiraba en Juan Ramón, Salinas, Aleixandre, Carmen Conde, Miguel Hernández, Gerardo Diego, Celaya o Neruda.
Y al referirse a los pocos novelistas cuya obra le interesaba o le inspiraba; junto a Charles Morgan, Ernst Wiechert o André Gide, nombra sólo a dos españoles, Carmen Laforet y Camilo José Cela; que habían colaborado en la revista Alisios creada en 1952.
Y este último sería quien tan sólo unos pocos años más tarde, realizaría una pieza magistralmente descriptiva de la obra pictórica de Pino Ojeda en el texto que elaboró para la exposición que Pino Ojeda organizó para la Galería Grifé & Escoda de Mallorca el 11 de septiembre de 1964
Un verdadero acontecimiento por el que Pino Ojeda recibió múltiples muestras de afecto y admiración, y que nos dejó para deleite y disfrute, el “pregón” con el que Camilo José Cela lo presentó y cuto texto que a continuación se transcribe, se utilizó en otras muestras expositivas, dada su calidad y su peculiar y sensible forma de expresar quien era Pino Ojeda y que era su obra, para el genial Cela:
“Todos los caminos, incluso el de Damasco, terminan en Roma, y todas las sendas -sin dejar a un lado la de la poesía- pueden llevar a la pintura. Quizás el arte no sea sino la última sombra de las cosas sobre la tierra, cuando las ilumina la honda y nítida luz de Dios. Y en la tierra canaria -que es quizás la tierra más desnudamente tierra del planeta -aquella luz y esta sombra adquieren unos contornos vigorosos y valientes, unos tintes elásticos y durísimos, que sólo sonríen al ser fijados al lienzo-o al verso- -por los espíritus delicados como sismógrafos o crueles libélulas, como niños hambrientos o preocupados lobeznos errabundos.
Pino Ojeda llega a la pintura -se venía diciendo- por el camino real de la poesía. Probablemente también por la sinuosa y difícil trocha del amor. Sus cuadros son como amorosos -sí- y como poéticos -también- gritos en la más alta noche que -pegada a la tierra de sus islas- fue fijada por los pinceles a los que mueve la deleitosa y zurrada sabiduría.
Ante la pintura de Pino Ojeda, como ante las rocas de dulce lava y de misterio amargo de su país, no caben las actitudes neutras. Es posible que esta pintura haga crujir convencionales sensibilidades y graznar airados corazones. Pero también es posible -y así me place pregonarlo a los cuatro vientos- que en esta pintura anide el último alevín del arte cuando el arte se confunde -allá en las más remotas lindes de la conciencia- con el hombre y con la tierra. Porque quizás la tierra y el hombre y el arte sean una y la misma cosa sin que, por ahora, hayamos acertado a explicárnoslo. Ninguna explicación tiene ni el arte, ni el hombre, ni la tierra: esa trilogía del solitario e inescindible corazón. C.J.C”
Y aunque tan sólo un año más tarde, el crítico catalán Ángel Marsá, al presentar su exposición en el Ateneo de Barcelona, dijo de ella que el embrujo de las islas, su aire mágico y turbador marcaría para siempre el sello impalpable e indeleble el arte de Pino Ojeda, y que al ser hija de las islas, acunada en ellas, solidaria de su embrujo, Pino Ojeda pintaba espejismos, realizando una obra ingrávida, inmaterial, presentida y aérea; ha sido el texto de Cela el que mejor ha descrito su pintura y su ensoñación a la vez tan alucinadora como unida a la tierra de las islas.
Por ello, tras la exposición de 1964, el texto fue nuevamente utilizado en la del Club Pueblo de Madrid el mismo año, y en la de la florentina Galería Giorgi en 1973.
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VICENTE ALEIXANDRE
PREMIO NOBEL DE LITERATURA 1977
Al igual que Cela, también Vicente Aleixandre colaboraría en los años cincuenta con la revista Alisio; pero sería la visita que le trajo a Canarias en 1957, el hecho que marcó un antes y un después en su relación con nuestra tierra y con todos los intelectuales, escritores, que conoció y trato durante y después de la misma.
El 17 de mayo de 1957 llegaba Aleixandre a Los Rodeos acompañado de su hermana y aquella misma tarde pronunciaba una conferencia en el salón de actos de la Mancomunidad provincial con el asunto del amor como temática de su poesía.
El día 22 se trasladaba a Gran Canaria, y en Gando era recibido “por representaciones de la vida intelectual y cultural de Las Palmas”. De allí partiría hacia el Hotel Santa Catalina, donde se alojó.
Tenía Aleixandre en la isla lectores, contactos y amistades que se aprestaron para disfrutar de su compañía y su conversación en el poco tiempo que podía estar en Gran Canaria. Al llegar afirmó que llevaba años soñando con venir a un suelo -el grancanario- que nada más desembarcar se ofrecía como “realidad única y reconocible para esa especie de previa, memoria ideal del poeta” afirmó asimismo que la poesía canaria era cada vez más tenida en cuenta cuando se hablaba de la lírica del pasado siglo, y que así como Tomás Morales era ya un clásico de la lengua española, otros como Alonso Quesada resucitaba porque “su lírica sintonizaba de modo vivísimo con el espíritu de nuestro tiempo”
El 23 de mayo, en el salón de actos del Museo Canario, pronunció la conferencia “El amor, tema central en mi poesía”, tras ser presentado por Juan Rodríguez Doreste que dijo que se había cumplido el deseo de Aleixandre de venir a Canarias, gracias al Círculo de Amistad de Tenerife y el Museo Canario de Las Palmas.
El programa de visita, formado por la excursión a Tejeda, las conversaciones animadas, el afirmar amistades que durarían para siempre; se completó con una extraordinaria velada con tertulia poética en casa de Pino Ojeda que terminó por asentar permanentemente la relación entre ambos.
La crítica reconocía la presencia de Aleixandre en su libro “Como el fruto en el árbol”, en el que la intensidad vital y emoción y la fusión del paisaje natural con el humano dejaban ver esa influencia.
Pino Ojeda siempre estimó con profundidad esa relación y escribió mucho a Vicente Aleixandre y dedicado a Aleixandre, como el siguiente poema:
“Entonces
no buscaba nada.
Me bastaba el mar y
velas a lo lejos.
El rumor de los pinos.
El olor de la tierra
áspera bajo mi planta.
La descansada
sombra de un árbol.
La ondulante pradera donde
algodonosos copos pastaban.
Mas allá de aquella
serenidad
de aquel suspendido
silencio
de aquella paz
nada me habitaba.
Amanecía
llegaba la tarde
sobrenadaba la noche
y el nuevo día
encontrábame igualmente quieta.
La misma serenidad
frente al mar.
Como si más allá de aquel
continuo fluir del tiempo
nada existiera.
Y llegaste Tú.
...”La espera sosegada,
la esperanza siempre verde”.
Llegaste surgiendo
de la sombra.
Como mensajera de paz.
quizá como clave.
Tal vez verdad o sueño.
Pero Nueva Luz
sobre mi mundo desmoronado”
Sobre la magnitud y repercusión cultural de aquella visita, escribiría años más tarde, Rodríguez Doreste, en los siguientes términos:
“Fue una especie de síntesis iluminadora de lo que este estado de ánimo, en su más amplia y genérica acepción –“la mejor vía del conocimiento” según sus propias palabras- significa en el orbe lírico y vital del gran poeta. Lírico y existencial, mejor dicho, porque en pocas existencias de artistas se da más perfecto ejemplo de fusión entrañada, de cumplida simbiosis, entre el afán cotidiano y el quehacer poético.
La junta del Museo me confió el honor de presentar al ilustre académico. Le acompañé después, con un corto grupo de amigos, en un moroso recorrido de nuestra isla, cuyo encanto sencillo, a veces difícil y escondido, le impresionó, gratamente.
Como le impresionaran también nuestro modo y nuestro temple, la onda cordial de amistad solícita y admirativa que le envolvió durante toda su breve vacación canaria. A todos nosotros ya nos había subyugado, desde los primeros contactos, su abierta sonrisa, su trato afable y delicado, la clara viva chispa de su mirada, su acogedora naturalidad y hasta el aura señoril que efunde su esbelta estampa humana. Desde entonces Vicente Aleixandre nutre, con recuerdos que renuevan cada nuevo encuentro o cada nueva carta, una saudosa nostalgia de nuestras islas. A todos sus visitantes isleños nos habla siempre de lo que él llama su maravillosa estancia en Las Palmas. Ya, a los dos meses de su partida, en julio del mismo año, me escribía: “Pasan las semanas y está firme la memoria de aquellos brevísimos pero intensos días en Las Palmas. ¡Qué amigos incomparables y tú desbordante de afecto, de generosidad, de previsión! Siento una gran nostalgia y la emoción no se apaga. ¡Qué asombrosa isla, y qué humanidad la de sus hombres”
Al año siguiente, al anunciarme la visita de Dámaso Alonso -que dio en el Museo una magistral conferencia- dice: “El mes que viene se cumplirá el año de mi estancia en esa isla maravillosa”. En la siguiente carta, confirmando la fecha de llegada del otro insigne escritor, señala: “Yo lo veré partir con gran nostalgia”. Para añadir, pocas líneas después, evocando de nuevo su paso: “Fue muy breve, pero me ha dejado un recuerdo indeleble”.
En el curso de 1960, al enviarle mi folletillo sobre el alma canaria, repite la expresión de su sentimiento, que ahora llama “morriña” a peculiar estilo insular.
A lo largo de todos estos años posteriores otras ocasiones y visitas le llevan a reiterar sus impresiones. Con fecha muy reciente, cuando le felicitara por alcanzar la gloriosa cumbre de sus setenta años en la fecunda plenitud de su talento, me expone como uno de sus proyectos:
“Algún día espero incluso volver por esas islas, que convertisteis en una de las memorias más hermosas de mi vida”. En la simple concisión de esta frase se contiene el mejor elogio que jamás haya podido recibir nuestro archipiélago. Es para todos, justo motivo de orgullo haber sabido marcar con huella de permanente añoranza la honda sensibilidad, original, fina y soberana, de este altísimo poeta, figura cimera y universal de la literatura española. Una figura a la que por su calidad humana y lírica bien pudiera aplicarse un bello verso de su antecesor don Luis de Góngora: “...abreviada en modestia civil real grandeza”
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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
PREMIO NOBEL DE LITERATURA 1956
También Juan Ramón estuvo presente en Alisios, esa joya imperecedera de la historiografía literaria de nuestra tierra.
Tal como escribe su nieto Domingo Doreste, Pino Ojeda en una carta de 1954, le envió a Juan Ramón Jiménez el libro “Niebla de sueño” y unos ejemplares de la revista Alisio que acababa de publicar, a cuyo envío, el escritor le respondió desde Buenos Aires con un poema inédito “Un Dios en blanco”, junto a una fotografía con dedicatoria y una carta manuscrita con un pétalo de rosa integrado en la misma. Anteriormente, Pino Ojeda le había enviado un brote de pino canario. En otra carta posterior, en octubre de 1956, justo en el año que le conceden el Premio Nobel al escritor, Pino Ojeda le dedica unas bellas palabras a su mujer Zenobia Camprubí, que se encontraba enferma: “Todos los amigos españoles les estamos esperando, les esperan la tierra, las piedras, el sol, su Moguer querido. Cada árbol, cada flor, flores del alba, mates, empapadas de estrellas; ¡qué bien os derramáis en mis ojos! Sí, sé que ahora nada importa la gloria, ni premios, ni otra cosa que la salud de Zenobia. Pero yo quiero que le llegue este recorte y con él mi cariño para los dos”
En 1987, Luis León Barreto, al referirse al libro “El alba en la espalda”, dice que Pino Ojeda es “juanramoniana en su atmósfera y en su esencia…y habla del dolor y del sufrimiento, de los sueños y de la nueva luz de la primavera que renace como una hoja más en las ramas”, y que el propio Juan Ramón Jiménez proporcionaba el verso que daba título al libro: “Ya te da el alba en la espalda”
Pino Ojeda con los Nobel; Pino Ojeda con la cultura, Pino Ojeda en el camino de estar más viva que nunca.
José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror
































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