
Cuatro de cada diez españoles han recurrido en alguna ocasión a ansiolíticos, somníferos o antidepresivos, y tres de ellos lo han hecho en el último año. El consumo de tranquilizantes y antidepresivos se ha disparado en España en los últimos años. La mayor parte de casos, se realizan bajo prescripción médica, pero los médicos ya han alertado de las consecuencias de la generalización de unos medicamentos que, aunque eficaces recetados convenientemente, no están exentos de riesgos, sobre todo psicológicos.
El aumento del consumo de estos fármacos tiene que ver con la evolución de la cultura occidental, cada vez más negadora de las emociones y las sensaciones y con el hecho de que los médicos no están lo suficientemente preparados ni tienen los recursos ni el tiempo necesario para abordar emociones como la tristeza, el miedo, la angustia o la fobia y lo resuelven recetando medicamentos, y todo ello, aderezado con el gran poder que posee la industria farmacéutica.
Hemos consultado con Gustavo Rodríguez, psicólogo, y estas han sido sus respuestas a algunas preguntas que le hemos realizado.
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¿A qué se debe el alto consumo de esto fármacos?
Cada vez más, hay muy poca tolerancia a la frustración y la gente quiere soluciones rápidas y fáciles a sus problemas y echan mano de fármacos en lugar de trabajar su ansiedad, depresión o cualquier problema de salud mental que les atormente. El tratar este tipo de problemas exclusivamente con fármacos es “pan de hoy y hambre de mañana” y mi consejo es siempre acudir a otras vías que han demostrado su eficacia a largo plazo, como las psicoterapéuticas.
¿Cómo podemos resolver entonces mis problemas?
Lo primero de todo es normalizar los sentimientos de tristeza y angustia ante determinadas situaciones de la vida diaria, darles el valor que se merecen y no negarlas como si fueran algo de lo que hay que huir desesperadamente. Si alguien nos cuenta su preocupación por algo, no decirle que no se preocupe y que lo que ha de hacer es animarse, porque de esa manera, le estamos incitando a disimular su estado y que trate de encubrirlo; en vez de eso, hay que decirle que es normal que esté triste y preocupado, tratar de aprovechar la situación para conocerse mejor y ver qué puede hacer para encontrar otras oportunidades. En vez de callar esos sentimientos con pastillas, ver porque aparecen, cómo se comportan y de qué manera podemos hacer que jueguen a nuestro favor.
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Entonces… ¿Cuándo debemos de tomar las pastillas que me han recetado y para qué?
Tanto el tratamiento, como la retirada de los tranquilizantes, se debe realizar siempre bajo supervisión médica, pues si se interrumpe el tratamiento de forma brusca, puede haber un efecto rebote que provoque que la persona sienta aún mayor ansiedad. Por otro lado, se desaconseja recurrir a ellos cuando el nerviosismo y la ansiedad están relacionados con cualquier prueba donde haya que ejercitar coordinación mental o corporal, pues no permiten pensar con claridad.
En general, las benzodiacepinas se utilizan como ansiolíticos y para el insomnio, y se distinguen entre las de acción corta, con efectos que van entre dos y seis u ocho horas, y las de acción larga, que se eliminan más lentamente del organismo, de modo que su efecto puede durar incluso más de doce horas o veinticuatro horas. Las recomendaciones hoy en día son de usarlos en durante pocos o días o pocas semanas dada la alta dependencia que producen y la pérdida de efecto según pasan las semanas por el cuerpo genera tolerancia a ellas.
¿Las podemos tomar sólo cuando me encuentro nervioso/a?
En este punto es importante tener en cuenta cómo el médico ha prescrito la medicación y no usarla cuando queramos, excepto si lo ha dejado reflejado en el plan de tratamiento.
Los antidepresivos que se recetan hoy día, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, requieren mantener la dosis cierto tiempo, un mínimo de tres a seis meses para resultar efectivos, así que no sirve de nada tomarlo de forma desorganizada, cogiendo alguna pastilla de las recetadas, o incluso tomadas sin prescripción médica porque un familiar, amigo o vecino nos las haya dado, y tomarla en momentos puntuales de manera aislada, pues de esta manera no se consiguen los efectos deseados y sí otros tantos indeseados.
¿Qué efectos secundarios tiene el uso continuado?
Los especialistas en salud mental explican que el uso de ansiolíticos y antidepresivos, con supervisión médica, es seguro y eficaz, aunque no están exentos de efectos secundarios físicos y psicológicos:
Así, por ejemplo, lo ansiolíticos, como las benzodiazepinas, interfieren en la memoria y en el proceso cognitivo, pues pueden provocar somnolencia, sedación, sensación de cabeza vacía, desorientación y, en ocasiones, amnesia anterógrada, es decir, incapacidad para recordar a largo plazo lo ocurrido tras la ingesta. También son capaces de alterar la capacidad de trabajo y de atención porque reducen la concentración, pueden provocar descoordinación de movimientos, e, incluso, alteraciones del humor y del estado de ánimo, mareos y dolores de cabeza. Con menor frecuencia se asocian a ataques de ira, de rabia, alucinaciones o agitación intensa
Se ha observado también que su consumo se asocia a mayor riesgo de accidentes laborales y de tráfico por la pérdida de concentración, la debilidad muscular derivada de que muchos son relajantes musculares y la disminución de la rapidez de los reflejos.
No están exentos de provocar alteraciones digestivas como náuseas, diarreas, estreñimiento, sequedad de boca. Y también son frecuentes cambios en la libido y, en ocasiones, alteraciones del ciclo menstrual o de la erección.
Al suspender el tratamiento pueden producirse molestias intestinales, alteraciones de visión, hipotensión, cuadros de confusión, problemas para dormir o piel muy sensible al dolor, entre otros efectos.
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Los antidepresivos pueden producir fatiga o cansancio, insomnio, náuseas, mareo, boca seca, estreñimiento, dificultades para orinar, modificación del apetito, normalmente al alza, lo que se traduce en un aumento de peso, aunque algunos pueden hacer que pierdas el apetito, pérdida de la libido y disfunciones eréctiles o visión borrosa.
Como vemos son medicamentos que no están exentos de provocar importantes efectos secundarios por lo que no es un juego el tomarlos o abusar de ellos o sin un control médicos, pues no debemos olvidar que también producen en un porcentaje importante, sobre todo las benzodiazepinas, de dependencia, lo que al final genera un círculo vicioso de mayor consumo dado que el cuerpo se va a adaptando a sus efectos.
¿Por qué en España se toman tantos ansiolíticos y sedantes por habitante?
La mayoría de los expertos coinciden en apuntar a la situación de la Atención Primaria, son los médicos de familia donde se trata en torno al 90% de los casos y ellos terminan prescribiendo tranquilizantes sin poder derivar a un especialista, por escasez de los mismos. Los efectos de incorporar la atención psicológica a la medicina familiar, podría suponer mejorar la resolución de cuadros como la ansiedad que no se debe solucionar solo "anestesiando" con fármacos los síntomas que produce, sino enseñando al paciente a manejar su problema, a afrontarlo.
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Como apunta Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), tras los resultados de un estudio en 22 centros de salud de ocho comunidades autónomas con más de 1.000 pacientes con ansiedad que reflejó que, en el caso de quienes recibieron atención psicológica, el 70% dejó de padecerla y el 50% logró una recuperación óptima, porcentajes que bajaron al 20 y al 10% respectivamente en el de los que solo fueron tratados con benzodiacepinas. Esto nos da una idea de la importancia de tratar estos temas de una manera más amplia y multidisciplinar de la que se está tratando actualmente.
¿Hay diferencias entre hombres y mujeres en el consumo de estos fármacos?
Lo que reflejan la mayoría de los estudios es que el consumo de estos fármacos es mayor en las mujeres. Una de las razones para explicar este fenómeno, es que las mujeres consultan más al médico que los hombres sobre los conflictos emocionales o trastornos que hayan podido sufrir. Es más común ver a mujeres que acuden a sus médicos para verbalizar lo que les está pasando y expresar sus emociones, y, por tanto, que los médicos atiendan sus necesidades de tratamiento. Los hombres por otro lado, suelen recurrir a otras vías, a otras sustancias como el alcohol u otro tipo de drogas, para intentar solucionar sus problemas.
Las personas mayores también presentan diferencias con respecto a este tema. La población que rebasa los 65 años supone más de la cuarta parte de los consumidores de tranquilizantes y relajantes en España, en muchos casos utilizados para dormir. Ese alto consumo de psicofármacos está detrás también de muchos accidentes domésticos, puesto que las personas mayores tienen más facilidad de caerse cuando toman estos fármacos y ser la principal causa de fracturas de cadera en esta población.
¿La solución sería aumentar el número de profesionales de la salud mental en la atención primaria?
Mejorar la atención de trastornos como la ansiedad, depresión, trastornos obsesivos compulsivos, etc. con más psicólogos reduciría sensiblemente el gasto que ocasiona el uso desmedido de ansiolíticos y sedantes: en torno a 23.000 millones de euros anuales entre costes sanitarios de tratamientos y pago de pensiones por una incapacidad causada por el abuso de estos fármacos o por accidentes domésticos o de tráfico
Los problemas de salud mental no han parado de crecer en los últimos años en todo el mundo y nuestro país parece no quedarse atrás en esta carrera. Muchas personas sufren el impacto psicológico que ha tenido la pandemia y cuando acuden al Sistema Nacional de Salud en busca de ayuda, la encuentran en formato comprimido, puesto que la presión asistencial que sufre nuestro país, no deja lugar a otro tipo de dispensación.
Pedro J. Martín Pérez
Médico de Familia y Comunitaria
Experto Universitario en Nutrición Clínica y Salud Nutricional































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