Cultura

El árbol de la Virgen

Quien esto escribió hace ya 75 años fue el periodista terorense Ignacio Quintana Marrero

José Luis Yánez Jiménez Martes, 18 de Abril de 2023 Tiempo de lectura:

Por encargo expreso de su autor en momentos en que las palabras tienen valor testamentario, he echado sobre mis hombros la responsabilidad directiva de la edición de este libro. Tal cual salió de las manos del escritor canario, sale a la luz pública, siendo de nuestra cosecha solamente el título principal, “El Árbol de la Virgen” y la distribución del mismo. También son de nuestra iniciativa los grabados que ilustran el texto. Y como el propio autor, en la primera cuartilla, presenta su obra, a mí sólo resta darlo a los lectores con esa emoción y cariño con que se entrega un legado. Estoy seguro que cualquiera que empiece a leerla no la dejará de la mano hasta rematarla. Tal es su interés y su entrañable argumento. Tal la galana donosura de su estilo”

 

Quien esto escribió hace ya 75 años fue el periodista terorense Ignacio Quintana Marrero en el prólogo del libro cuyo borrador -tal como explica- le entregó en lecho de muerte, el canónigo también terorense Miguel Suárez Miranda.

 

[Img #6928]

 

El canónigo había fallecido en la Villa la noche del Martes Santo, uno de abril del 1947, tras una enfermedad que le mantuvo convaleciente desde inicios de aquel año, en la casa cuyo proyecto encargó en 1931 al arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre. Ese año, el arquitecto diseñó un edificio que, con la fachada muy variada, se realizó cinco años más tarde y que en la calle de La Escuela vendría a sustituir al hogar familiar de los Suárez Miranda que estaba situado junto a la huerta-jardín de la familia Castillo y que décadas después se convertiría en la Plaza Teresa de Bolívar; pero que por entonces sólo dejaba ver tras sus tapias las copas de los árboles que la ocupaban. En esa antigua edificación familiar nació Miguel Suárez Miranda el 23 de octubre de 1874. Sus padres fueron Agustín Suárez Quintana y Evarista Miranda Naranjo, pertenecientes a destacadas familias de la Villa. Fue ordenado presbítero el 20 de enero de 1901 y nombrado posteriormente coadjutor de la iglesia de Teror. Tras varios cargos y ocupaciones en la diócesis, fue designado canónigo de la Santa Iglesia Catedral Basílica de Canarias el 7 de febrero de 1915. Los que le conocieron, supieron de su dedicación y entrega a su labor, a la vez que de su sutil y socarrón sentido del humor. Durante muchos años fue “el canónigo de Teror” y él correspondió teniendo siempre a la Villa entre sus más sentidas querencias.

 

Cuando falleció, tenía a sus hermanas María José y Mariana y a sus sobrinos y sobrinas María del Pino, Josefa, Sor Natividad, el sacerdote Antonio, Agustín, Evarista, Cándida, Pedro y María del Carmen Álvarez Suárez.

 

El encargo dejado a Ignacio Quintana Marrero, aunque iniciado en 1948, vio la luz bajo el patrocinio del Ayuntamiento de Teror en abril de 1949.

 

[Img #6929]

 

Ese mismo año, el periodista galdense José Suárez Falcón -Jordé- tras la lectura del libro escribió que en las páginas del mismo estaba el cuerpo y el espíritu del autor; el retrato que saludaba con su peculiar sonrisa de bondad y comprensión humana y el espíritu que vibraba en el himno a la Virgen del Pino y en su exaltación a Teror, a su tradición, a la fertilidad de su suelo o a la belleza de su campiña.

 

Miguel Suárez era campechano, con vivo ingenio, experto en narrar cuentos de los de sal y pimienta, que con la misma serenidad e interés iba a la catedral que a una era a ver a los campesinos en las labores del campo. Gustaba de acercarse y aprender de todo el mundo; y cuando estudiaba, mi bisabuelo Juan María Suárez que era el encargado de ir con una mula a buscar al joven seminarista para trasladarlo a El Palmar a visitar a su parentela, lo llevaba por todos los vericuetos que don Miguel le indicaba, ávido de ver y saborear las cosas de la tierra.

 

[Img #6930]

 

El buen amigo ya tristemente desaparecido, Francisco Ortega Gil, nos decía que el canónigo iba de paseo hasta la Fuente Agria y a su regreso visitaba el alpénder de la familia Guerra a ver los animales y conversar con los boyeros y que acostumbraba a recoger del suelo y guardarse las cascaras de plátano para ponerles en el hocico de los burros cuando los encontraba. Un interesante artículo que publicó en prensa sobre el Rancho de Ánimas de Arbejales es una buena muestra de cómo le interesaban las tradiciones populares y su forma de enfocarlas.

 

Iba a las celebraciones de bodas, bautizos y alguna que otra romería, en donde su compañía era grata y divertida; siendo famosos y recordados sus dichos y refranes, que aplicaba reciamente en su propia vida. Si decía “que los sermones cortos movían el alma y los sermones largos movían el culo de los que los escuchaban” era porque él los hacía cortos para que se atendieran y entendieran.

 

A la vez, su extraordinaria cultura y finura en el verso tiene en nuestra Villa una de sus máximas expresiones en el Himno “Ante el solio…” que para la Virgen del Pino escribió en 1914 y al que le puso música el maestro Bernardino Valle.

[Img #6931]

En su libro póstumo aparecen el Pino de las Maravillas y su caída en 1684, la lápida sobre la que apareció la Imagen, las aguas milagrosas y medicinales que brotaban de la fuente que se situaba junto a su tronco, biografías de obispos, curas y otros personajes ligados a Teror y al Pino, como el arquitecto de su templo, el coronel Rocha, o la tradición según la cual “bien aplicando el oído sobre el suelo al sonar en la vieja torre el toque de Ánimas, o bien al filo de la medianoche, se oyen rumores subterráneos de aguas que se agitan misteriosamente; es el agua de la perdida fuente milagrosa” y mucho más, todo interesante tanto en su estilo como en su fondo.

 

Escribió el texto de su propia lápida sepulcral ya desaparecida y que rezaba “Sub umbra Pini dulcis Matris Nostrae requiescil corpus canonici terorensis, Dominus Michael Suárez Miranda, expectans carnis resureccionem. Obiit I-IV-MCMXLVII”; que decía “Bajo la sombra del Pino de nuestra dulce Madre descansa el cuerpo del canónigo terorense don Miguel Suárez Miranda, donde espera la resurrección de la carne. Murió el primero de abril de 1947”

 

Quería descansar a la sombra del Pino, del Santo Pino que tituló su libro que cumple ya 75 años.

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.102

Todavía no hay comentarios

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.