Microrrelatos. El bereber

El gremio de las especias fue el que más llamó su atención: el olor y el colorido de la cúrcuma, el azafrán, la canela, el curri, el jengibre, la pimienta, el comino…, todo a granel

Quico Espino Lunes, 17 de Abril de 2023 Tiempo de lectura:

-Ni se te ocurra venir por el zoco de noche. Es bastante peligroso –le dijeron a Mateo por la mañana, cuando había ido a visitar aquel laberinto de callejuelas donde se encuentran todos los gremios: artesanía del cuero, plateros, plantas y remedios curativos, cacharreros, puestos de ropa, instrumentos musicales, puestos de comidas etc. etc.
 
El gremio de las especias fue el que más llamó su atención: el olor y el colorido de la cúrcuma, el azafrán, la canela, el curri, el jengibre, la pimienta, el comino…, todo a granel,
 
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… lo envolvieron con sus efluvios y esencias y compró un cartucho pequeño de cada una de las especias que le gustaban. Se fue oliéndolas por el camino. 

 

Ya estaba anocheciendo cuando, desoyendo la advertencia que le habían hecho por la mañana, Mateo decidió volver al zoco.  La callejuela estaba iluminada y todavía quedaban algunos turistas deambulando por allí. De repente, a su lado, rozándolo, pasó un hombre con la cara cubierta por un pañuelo bereber, un tagelmust, que lo miró insistentemente. Sintiendo un ligero escalofrío, se giró

 

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… y vio que aquel extraño personaje se había plantado frente a él y seguía dirigiéndole la misma mirada. Preocupado, entró en un puesto de comida para pedir algo de cenar y un té de menta.

 

Eran casi las diez de la noche cuando acabó la cena y ya se había olvidado del bereber con la cara tapada. No quedaba prácticamente nadie en la calle, pero él, obstinado, quería enfrentarse a la noche y desmitificar el hecho de que fuera peligroso andar por allí a aquellas horas.

 

De pronto se escuchó una canción de Bob Marley: Is this love?, un tema que él se sabía de memoria y que, de manera refleja, empezó a cantar. También la cantaba un joven que sostenía un móvil, del que procedía la música, y que bailaba a la entrada de un pequeño bar.

 

Sin pensarlo, Mateo también se puso a bailar y, en un giro, vio que el bereber venía hacia donde se encontraba. Se le pusieron los pelos de punta, pero tomó la decisión de enfrentarse a él, justo cuando el chico que estaba en la puerta del bar lo invitó a entrar, cosa que hizo dirigiéndole una sonrisa nerviosa. 

 

Le sorprendió el aspecto de aquel recinto, muy parecido a los bares de su infancia, con un futbolín en el que jugaban dos parejas de muchachos que se divertían de lo lindo.

 

-¿Quieres un té de menta? –le pregustó, en francés, el joven que lo había invitado a pasar, justo en el momento en que, mirando hacia la puerta, vio entrar al bereber que lo había seguido. Éste, de inmediato, se quitó el tagelmust y le mostró una sonrisa amistosa mientras se acercaba.

 

-Hola, hombre, perdona que te haya seguido pero es que quería decirte que, como yo, tienes pinta de tuareg. Si te pusieras un tagelmust podrías parecer perfectamente un camellero –le dijo el bereber, siempre sonriendo, en un español muy pronunciado, mientras se acercaba y lo saludaba con un cordial apretón de manos.

 

Minutos después estaban jugando juntos al futbolín.

 

Texto: Quico Espino

Imágenes: Guillermo Morales Mateos

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