![[Img #6601]](https://infonortedigital.com/upload/images/04_2023/4962_7_5648_miguel_rodriguez_romero2022.jpg)
Hay momentos de felicidad que no se buscan, como éste que les voy a contar, relacionado con el Entierro de la sardina.
Desde casi un mes antes nos preparábamos para nuestra noche mágica. Nos juntábamos en cualquier lugar para confeccionar el disfraz elegido, en el garaje de Juan, en la finca de Beni, o en la casa de Lola, pues daba igual dónde.
La cuestión era ser originales, sin importarnos qué tiempo iba a hacer. De hecho vivimos noches de viento espantoso, de lluvia torrencial, calimas tan densas que no se podía ver a más de cincuenta metros. Nada importaba. Era nuestra noche.
Recuerdo especialmente una, en la que, en medio de la algarabía y el escándalo, escuché a pocos metros un “cumpleaaaños feeeliz” que me llamó la atención.
Se trataba de una familia completa, de unos diez o doce miembros, vestidos de vacas de esas llamadas holandesas, no sé si blancas con manchas negras o viceversa.
Me acerqué para formar parte del agasajo, y mi sorpresa fue que el homenajeado era el más pequeño del grupo, en su carrito de bebé, ataviado con su disfraz de ternero. Me resultó enternecedor.
Nos fundimos en abrazos y felicitaciones todos. Sólo con ver la sonrisa del becerrito y la cara de felicidad y regocijo de su familia percibí el ratito de felicidad que estaban viviendo.
Fue un momento mágico, sin duda, que me hizo pensar que la felicidad, siempre buscada, se encuentra en pequeños momentos como éste, que se te quedan grabados en el alma para siempre.
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