Semana Santa

Hace setenta años, los nazarenos en Teror

Decía Néstor Álamo que en Teror la Semana Santa era entrega plena, solemne y enteriza, seriamente devota

José Luis Yánez Jiménez Lunes, 03 de Abril de 2023 Tiempo de lectura:

Decía Néstor Álamo que en Teror la Semana Santa era entrega plena, solemne y enteriza, seriamente devota, “una devoción como aparte; incontaminada. Algo que recuerda las altas solemnidades de las más añejas ciudades de Castilla; algo apenas rozado por las morbideces andaluzas…. Nuestra Semana Santa no cuenta con encapuchados. Tampoco cree uno que los necesite. Cuando han querido imponerlos ellos solos han rodado por los suelos. Por falsos y postizos. Nosotros, con perdón, somos nosotros. Si no fuese por la cursilería diríamos que también somos “nuestras circunstancias”

 

La mañana del Domingo de Ramos de 1953 se desarrolló dentro de la más estricta liturgia y solemnidad.

 

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Después del Rosario y sermón, salió en procesión el Señor Predicador, acompañado de los niños portando palmas.

 

El paso del Señor en el Huerto de los Olivos salió el Lunes Santo, acompañado por los agricultores terorenses.

 

El Martes Santo, los pasos del Señor de la Columna, San Juan Evangelista y la Stma. Virgen, acompañados por los comerciantes de la Villa.

 

El 1 de abril de 1953, Miércoles Santo, a continuación del Rosario y del sermón, se hizo la procesión del Encuentro, que se realizó en la Plaza de Nuestra Señora del Pino.

 

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Aquel día, hace siete décadas, los terorenses quisieron engalanar aún más sus solemnidades y la tarde de aquel Miércoles Santo hizo su presentación en la Villa, la Cofradía del Santísimo Cristo y Nuestra Señora de los Dolores, con sus correspondientes nazarenos, capirotes, etc. poniendo la nota fuerte en todos los aspectos de la dolorosa conmemoración de aquel año; y tanto el circunspecto talante que confirieron a las procesiones como su recogimiento, además de la novedad que representaban en las medianías grancanarias, encontraron una favorable acogida tanto entre los terorenses como en los “de fuera” que aquel año vinieron a gozarse la Santa Semana en la Villa del Pino.

 

La cosa, en general, gustó y la crónica dejó constancia del hecho, con algunos prolijos detalles que entresacaban las más mínimas referencias de la novedosa manifestación del fervor terorense.

 

Pero en aquel momento, los hombres, jóvenes y niños que conformaban la Cofradía sólo querían añadir más ornamentos a los ya de por sí solemnes eventos con que Teror evidenciaba su fe en la Semana del Dolor y la Resurrección; y lo hacían, tal como expone la crónica con todo el detallista preciosismo que el hecho merecía, “vistiendo el correspondiente hábito, según el estado de cada cofrade: los solteros, túnica de color canelo y los casados, morado; las capuchas de ambos, de color beige”.

 

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A continuación de la Cofradía, dos filas de niños vestían a la usanza de la época de Jesús, túnica blanca, fajín encarnado, tocados con una breve mantillina, y por los hombros una capa, ambas prendas de color blanco. Todo este conjunto se realzaba con el estandarte de la organización piadosa llevado por un cofrade, y otro que transportaba la Cruz, esponja y lanza.

 

Después de la ceremonia del “Encuentro”, se cantó el “O vos omnes” y seguidamente se organizó la procesión, que constituyó una grandiosa jornada de la Semana Santa terorense.

 

Ya de noche, regresó esta procesión al templo, sobrecogiendo los ánimos el elocuente silencio de los cofrades en perfecto orden

 

“El Jueves Santo fue, durante la mañana, también día de gran exaltación religiosa. Incontables comuniones se distribuyeron e incesantes las visitas al Monumento para rendir fervoroso tributo de adoración al gran Sacramento de la Eucaristía.

 

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Por la tarde, después del sermón del Mandato, salió la procesión de Ntro. Señor, ya en la Cruz, acompañándole las imágenes de la Magdalena, San Juan y la Stma. Virgen. Animismo dio gran relieve a este cortejo procesional, la ya citada Cofradía. Por la noche, además de la vigilia de la Adoración Nocturna, hubo la correspondiente hora santa eucarística, a la que asistió gran número de fieles”

 

En la mañana de la mañana, los correspondientes oficios; por la tarde tras el sermón, se llevó a cabo el Descendimiento del Señor desde la Cruz para colocarlo en el sepulcro; ceremonia que siempre ha gustado en Teror por su realismo, solemnidad y sobrecogimiento, tras la que se inició la procesión del Santo Entierro, en la que figuraron los pasos de la Cruz con los Santos Varones, el Sepulcro, la Magdalena, San Juan y la Virgen de la Soledad.

 

Muchas personas de Las Palmas de Gran Canaria y de los pueblos cercanos acudieron ese día a Teror. A las ocho de la noche, después de la caída de la losa y el sermón, tuvo lugar la procesión del retiro, en la que se acompañó a la Virgen en su Soledad.

 

En la madrugada del Domingo Santo terminaron los actos de aquel año.

 

Y aunque gustó tanto al pueblo como a la prensa de entonces, el Obispo Pildain terminó con los nazarenos terorenses, argumentando que “ya los Carnavales habían pasado”.

 

Y Néstor Álamo, que repetía siempre que le gustaba disfrutar de “la Semana Santa en Teror y el Corpus en la Ciudad”, pudo seguir haciéndolo en la Villa sin el añadido de lo que él llamaba “morbideces andaluzas”.

 

Imágenes: Semana Santa de 1953

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

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