Llega el momento de rendir(nos) cuentas
El próximo 28 de mayo se celebran elecciones municipales en toda España. Y también, insulares y autonómicas en Canarias. En el periodo de tiempo que resta, mientras los partidos políticos se preparan para la campaña electoral con el ánimo de captar el interés y el voto de la ciudadanía, las personas que obtuvieron cargos públicos deberían estar rindiendo cuentas de lo hecho desde que en 2019 formaron los gobiernos correspondientes. Porque este es el momento en que las ciudadanas y ciudadanos con derecho a votar tienen que valorar el servicio público que han realizado durante los mandatos que concluyen las y los representantes electos. Y de actuar en consecuencia.
No se nos olvida que al inició del mandato se arrastraba una larga década de rescates bancarios masivos, de enormes recortes en el gasto y los servicios públicos y en la economía productiva y el empleo, una grave depresión, como consecuencia de la crisis económica que en 2007 hundió al sistema financiero global. Y que, en el ámbito del estado español, al solaparse con el estallido de la burbuja del ladrillo interna, fue aún peor. Múltiples cajas de ahorros entraron en quiebra y se intervinieron con aportes extraordinarios de dinero público (que nadie del sector ha devuelto) y se facilitó a coste de saldo que se fusionaran a las grandes entidades bancarias. Mientras, los desahucios hipotecarios a las familias y empresas que perdieron sus empleos y negocios se generalizaron.
El periodo político que concluye también fue precedido por la caída del gobierno central en manos del Partido Popular y la entrada de la coalición del PSOE y Unidas Podemos, a través de una moción de censura apoyada por las fuerzas políticas más sociales del Parlamento. Pero, aunque con ello se iniciaron imprescindibles mejoras económicas y sociales en la Administración General, todavía nos tenía que sorprender y amedrentar la pandemia de Cobid-19 y el confinamiento general desde marzo a junio de 2020, toda una emergencia sanitaria mundial.
Y, posteriormente, hemos tenido que soportar el posterior colapso de las vías de comercio globales, la invasión por parte de Rusia de Ucrania y, tras la guerra desatada que cumple un año, las crisis de materias primas y de alimentos. Y, en estos momentos, un proceso inflacionario sobrevenido que vuelve a traer mucho de todo lo malo que ya causó la Gran Depresión.
Lo que es más grave, es que todo esto está pasando en un tiempo de crisis ecológica extraordinaria. Los informes científicos no dejan ya lugar a dudas del enorme deterioro de los ecosistemas de la Tierra y de la extrema desregulación climática atmosférica. Y de que es el modelo de desarrollo global el que ha originado principalmente esta peligrosa dinámica, por estar basado en el crecimiento constante de las actividades de extracción, producción, consumo y desperdicio. Su voracidad está llevando a la extenuación los imprescindibles para nuestra supervivencia recursos y sumideros naturales. Tal es el alcance de la extralimitación provocada que el desastre planetario está ya a las puertas. Inercialmente, vamos hacia el colapso.
Este es, en una medida nunca vista, el mayor reto político de nuestro tiempo, que va a requerir, ineludiblemente, cambios de raíz en sistema económico vigente y sus fines, porque es precisamente el que las actividades económicas estén volcadas al lucro privado desmedido y que no asuman las responsabilidades sociales y ambientales de sus impactos, lo que nos está llevado una emergencia sin parangón. El conjunto de la humanidad debe implementar una transición inmediata e inclusiva hacia la sostenibilidad que asegure la satisfacción de las necesidades de dignidad de todas las poblaciones y evite seguir sobrepasando los límites ecológicos del planeta.
Desde luego, la inmensa mayoría social del estado español no hemos dejado de pasarlo mal durante el periodo gubernamental que concluye, más si cabe, la de la comunidad autónoma de Canarias. Y las cosas pueden ir a mucho peor. Por ello, es el momento de juzgar la eficacia y la eficiencia de quienes, en nombre de la ciudadanía, han gobernado nuestras administraciones: si se ha estado a la altura de los tiempos necesaria y si se ha gestionado con la diligencia requerida.
Después de todo, aunque se note poco, somos el pueblo soberano y nos toca decidir qué mundo queremos y quiénes nos representa en sus administraciones. Ejerzamos como tal.
Xavier Aparici, filósofo y emprendedor social.
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