Liderar una formación política, requiere de unas condiciones, que no están en el haber de toda persona

Juan Reyes González

[Img #5587]Vamos a ver, el liderazgo, sobre todo en política, a día de hoy, (según lo entiendo yo), ha de ser, natural, razonable e incontaminado, conquistado y no comprado; y, además, ha de basarse únicamente, en la influencia de índole personal, que pueda ejercer como líder, sobre sus partidarios; influencia que no debe ser de conveniencia, de favores, de sobornos, de negocios, ni de pactos o alianzas del momento y circunstancia; los seguidores sinceros y reales continuarán comprometiéndose defendiendo y luchando por la persona que ostente el liderato, y lo que representa; que no es otra cosa que su acceso al poder; los otros “seguidores”, (los oportunistas), son solamente adheridos del momento y de la conveniencia que, por demás, cambiarán de bando y rumbo cuando el contexto cambie. A mí, me sobran ejemplos cercanos y distantes, que no voy a mencionar, y que corroboran esto que digo.

 

Un líder, como persona, yo lo veo así; solo puede ser conocido y reconocido a través de su origen, su historia, sus hechos y sus logros, y en la forma en que todo ello se integra y se proyecta a su entorno y al mundo en, y desde su figura. Un líder político, deberá saber vender al electorado, principios, valores, ejemplos, conceptos y modelos de vida y conducta compatibles con el mensaje que transmite a la sociedad que pretende liderar; si no lo hiciera así; caería, con toda seguridad, inevitablemente, en la incoherencia, la demagogia, la mentira, el fraude, etc.

 

Eso que está tan de moda ahora, el marketing político, y del que sabemos algo, porque se practica enormemente en el entorno galdense, por una formación política, no vende ideas; vende personas; y es que la gente actualmente, así me lo parece, no compra una idea: compra a la persona que propone la idea y la sustenta; o sea que, no compra una propuesta de cambio, sino a la persona que les guíe, a ese cambio.

 

Por lo dicho, a simple vista, podría parecer contradictorio y hasta paradójico, pero no lo es; porque la influencia de un líder político cuya estrategia personal. sea inconsistente con su mensaje, no será nunca sostenible en el tiempo, aunque gane algunas elecciones; la gente no creerá en él. La influencia de un líder político cuya práctica, asuma cualquier medio para conseguir el fin, tampoco; porque ello impactará directa, fuerte y negativamente sobre su credibilidad.

 

A mi modo de ver, para lograr verdadera efectividad en el susodicho marketing político, se requieren líderes políticos dispuestos al cambio real desde el principio del proceso hasta el resultado final; por tanto, a día de hoy, sería absurdo, que alguien pretendiera erigirse en líder del cambio a nivel de resultados, desde la negación práctica del cambio a nivel de procesos; porque la consecuencia lógica de estas prácticas, sería la incredulidad progresiva, creciente y aparentemente indetenible de esta sociedad actual, acerca del liderazgo político y su ejercicio; y ello se podría apreciar en todo lugar y a todos los niveles; pero ese escenario, aparentemente desfavorable, tiene también una gran ventaja en cuanto a la promoción del buen liderazgo: que es, nada más y nada menos, que el servir, para que los pocos líderes políticos que luchan limpiamente por el poder y luego lo ejerzan de manera limpia, y legítima, sean erigidos en ejemplos de lo correcto, en modelo de liderazgo natural y efectivo, y en ejemplos visibles de que el cambio es posible.

 

Definitivamente, en correspondencia con lo aquí expresado, el ejercicio del liderazgo político, en mi opinión, deberá ir encaminado, por nuevos derroteros muy distintos a los practicados hasta no hace mucho tiempo; porque solo desde esa posición, se puede construir, consolidar y hacer perdurable la huella del liderazgo.

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