(118). LA BRISA DE LA BAHÍA. "El olvido feliz" (II)

"He podido dar rienda suelta a mis desenfrenadas pasiones y siempre lo he hecho desde el consentimiento mutuo..."

Juan Ferrera Gil Lunes, 20 de Marzo de 2023 Tiempo de lectura:
El olvido feliz. Foto: Juan FERRERA GILEl olvido feliz. Foto: Juan FERRERA GIL

(…)

 

“Yo soy el marido de la que habló en este medio hace un par de semanas, o así. Sé que no he sido un santo, pero tampoco un depravado sexual (bueno, un poco sí); la Naturaleza me ha proporcionado casi una fuerza descomunal en un sexo más bien pequeño y gordo (bueno, un poco sí) que no he podido parar ni he querido detener (¡para una vez que tengo algo!...); sé que lo que digo no me favorece pero, sinceramente, es lo que hay: no tengo la culpa de que mi desaforada fuerza sexual haya superado las edades de las relaciones...

 

Me casé para poder follar tranquilo, como tantos otros hombres de mi época, pero ni por esas. Y tuve amantes, como tantos hombres del franquismo machista: la mujer que se casaba intuía que el futuro marido tendría “otras cositas por ahí”. Eran tantas las ganas y muchos los deseos que solo pensaba en bajarles las bragas a las mujeres: así llegué a pensar. Y me obsesioné (bueno, un poco sí). Ya sé que en los tiempos que corren no es políticamente correcto, como se dice ahora, pero, además de que me da igual, era una pasión, un desasosiego, un desahogo, que no he podido detener. Es verdad que he sido infiel; muchas veces, lo reconozco, pero les aseguro que en el fondo me sentía un poco culpable. Siempre. No he sido buena persona, lo sé; pero tampoco soy un desalmado, un vampiro que solo piensa en la carne: han de saber que ese es mi único defecto (bueno, casi el único). A pesar de todo, he intentado mantener el matrimonio. Sí, ya sé que puede sonar todo eso a manía justificadora; pero lo que ha sido superior a mis fuerzas, a mi voluntad cristiana y temeroso de Dios siempre, lo he tenido que asumir con cierta tranquilidad, más que nada para poder aguantar las costumbres y la presión de la sociedad de entonces, tan estrecha y novelera, y tan devota de los curas que éstos se crecieron en la venta de su humo espiritual y hasta estuvieron convencidos de que en ningún momento mentían. Por eso mentí yo un poco (bueno, un poquito más que otros) para poder apagar este fuego de la Naturaleza que aún hierve entre mis piernas. Ya sé que me repito y es posible que ustedes crean que me arrepiento; pero no es así. He podido dar rienda suelta a mis desenfrenadas pasiones y siempre lo he hecho desde el consentimiento mutuo: a nadie he forzado ni a nadie he engañado (bueno, a mi mujer sí, la pobre).

 

Y aquí sigo aguantando la mecha de macho “faldú” en que me he convertido: follador y mentiroso. ¡Cuánta razón tenía mi madre! Nunca pensé que llegaría a esto, pero la vida no la puse en marcha yo. ¡A mí que me registren!…”

 

(…)

 

Juan FERRERA GIL

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