En defensa del legado de don Pedro Espinosa
Hace muchísimos años, concretamente, un verano de 1981, vino a casa el que por entonces era secretario del Casino de la ciudad de Gáldar, el señor don Pascual Ruíz Quesada. Venía de parte del presidente de la entidad, don Anibal Mendoza Vera, con una petición suya, “crear un premio en nombre del casino que sentara base en la misión cultural de la citada entidad".
Pensé, al momento, en dos grandes hijos de mi ciudad natal, don Antonio Padrón, ya tristemente fallecido en la cumbre de su arte, y en don Pedro Espinosa, nuestro prestigioso pianista.
Le pareció bien la idea a don Anibal Mendoza, y así, sencillamente, fue la génesis de estos dos grandes movimientos culturales.
Es triste el olvido que a veces es símbolo de muerte espiritual, pero es más triste ver como se desvirtúa el deseo del que ya no está entre nosotros. Y el deseo de don Pedro Espinosa fue el de ayudar con becas dignas a los jóvenes pianistas de todas las islas canarias para que pudieran desarrollar su especialización, ya que la situación geográfica les aislaba y no podían asistir a lecciones magistrales de los grandes especialistas de la época.
Esa fue su gran preocupación. El resto es de sobra conocido. Acudió a grandes amigos y mecenas, entre los que sobresalió la Casa Condal de la Vega Grande, en aquel momento presidida por don Alejandro del Castillo, su amigo y compañero de pupitre, además de mecenas.
A este proyecto convertido en realidad, se sumó la prestigiosa presencia de doña María Isabel Torón Macario, musicóloga experta y otro de los ejes fundamentales del certamen, que nos abrió las puertas de su hogar en Ciudad Jardín, donde aún vibran las presencias de su padre, el poeta Saulo Torón, y de su madre, la profesora de canto doña Isabel Macario.
A veces los silencios hablan más que las palabras, excepto cuando algunos de ellos desvirtúan la verdad de los hechos. Sería injusto olvidar el mensaje de estos premios por los que tanto luchó nuestro querido e inolvidable pianista: “ayudar solamente a los jóvenes pianistas canarios, que, por cuestiones geográficas, no podían acceder a estudios de virtuosismo , al amparo de los grandes maestros de la época que se encontraban en los mejores conservatorios europeos”.
Todo lo que no sea cumplir con este mensaje, es desvirtuar el legado de don Pedro Espinosa.
Rosa María Martinón Corominas
































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