De viaje por la India (II)

Me gustó mucho el reportaje fotográfico sobre La India, que se publicó en Infonorte el lunes pasado, realizado por Lex Thoonen, cuya novia, mi amiga Tania, me envió las fotos. De paso me contó cosas de los lugares que habían visitado y de los que yo, que suelo inspirarme con imágenes, escribí unas cuantas reseñas de lo visto y de lo que ella me informó.

 

Fue una buena colaboración, especialmente para mí, que viví el viaje a La India con la imaginación y que me vi varias veces, en sueños, paseando por  los diversos pagos de ese hermoso y exótico país. De oeste a norte, desde Bombay hasta Jaipur, la ciudad rosa, que es la capital del estado de Rajastán y que tiene una población de cinco millones de habitantes, muy amables también, como se puede constatar en esta imagen, en la que vemos otro trío de sonrisas,

 

 

… la de mi amiga Tania y la de la pareja hindú,  ambos profesores de instrumentos, Latika y Kiran, a los que conocieron en el Palacio del Maharaja de Jaipur, y además nos imaginamos una cuarta sonrisa, la de Lex, el fotógrafo, que sugiere a quienes aparecen en la foto que digan la palabra “well”, bien pronunciada, antes de pulsar el disparador de la cámara.

 

En Jaipur se vive el mismo caos ordenado que en Bombay, un curioso desconcierto, pero mi informadora amiga dice que está flipando, que ha cambiado la impresión que tenía sobre este país tan superpoblado, que antes, en documentales, le había parecido caótico y estrafalario, un tanto grotesco incluso por algunas de sus creencias y costumbres, pero que ahora se le había rebelado como el país más dinámico y amable de los que ha visitado, que no son pocos. 

 

Las dos parejas, la visitante y la visitada, fueron juntos al Palacio del Agua,  una edificación construida en medio del lago Man Sagar,

 

 

y presenciaron cómo otra pareja alquilaba la ropa para sacarse una foto ataviados igual que en la época de esplendor del palacio, tiempo atrás, como se ve en la imagen que abre este reportaje.

 

Poco después Latika, Tania, Kiran y Lex,  que veía por doquier posibles fotografías, salieron a la calle para coger un tuc tuc y fueron testigos de una divertida escena: Pasaba por la calzada precisamente un tuc tuc, cuyo pasajero se puso una bolsa de plástico en la cabeza, alegando que el techo del vehículo no impedía que le llegaran los rayos del sol, ante las risas del chofer, cuyo tono desenfadado sobresalía del bullicio de la calle. Una secuencia de comedia que les hizo reír.

 

 

Iban al Holi Festival, la gran fiesta de los colores, de la danza y de la música. Tania y Lex se dejaron pintar por Kiran y Latika, trazos rojos en la piel y en la ropa,

 

 

y bailaron luego los cuatro al compás de una música tradicional. Por como se miraban y se reían, parecía que los cuatro se conocían de toda la vida.

 

Después de separarse, con cierta pena, de Latika y  Kiran, Hampi fue el próximo destino de Tania y Lex. Se fueron a un pueblo llamado Hampi Bazaar, donde los monumentos carecen de verjas y la gente hace vida con gatos, perros, vacas, bueyes y monos.

 

 

La amabilidad de la población impactó de nuevo a Tania y a Lex. Los habitantes del lugar se encargaban ellos mismos de cuidar a los animales, como buenamente podían, e incluso había un grupo que atendía a un elefante, el elefante del pueblo, y lo llevaban a lavar todos los día al río Tungabhradra:

 

 

Hay mucha vida en ese río sagrado. Se lava la gente, se lava la ropa y se hacen ceremonias y rituales hinduistas. Las señoras que aparecen en este pabellón de piedra

 

 

… están acabando un rito: una de ellas, cuyo marido había fallecido diez días antes, se quitó el vestido que traía puesto y lo lanzó al río, para luego ponerse uno nuevo. La creencia es que así se facilita el tránsito del difunto a la otra existencia.

 

Otro mundo parece La India. Su cultura, creencias y costumbres difieren tanto de las nuestras que da la impresión de que no estamos bajo la misma cúpula celeste que nos ampara. Allí viven más apegados a la naturaleza, quizás como vivíamos aquí hace tiempo, cuando estaban lejos las comodidades de las que disponemos ahora y la falta de recursos nos unía a todos como una gran familia. 

 

Recuerdo que, de pequeño, en mi casa de Ingenio había un aljibe y que yo saqué no sé ni cuantos baldes de agua para mis vecinos, los cuales aportaban un plato de higos, una manilla de plátanos o verduras para un potaje. Por aquel entonces, que en nuestras azoteas había un gallinero, que teníamos conejos, cabras y cochinas y había perros y gatos sueltos por todos los andurriales, sí que estábamos más unidos a la naturaleza, tal vez como lo están ahora en La India.

 

Más fotografías en este enlace

 

Texto: Quico Espino

Informadora: Tania Ruiz Ramos. Fotógrafo: Lex Thoonen.