Actos populares

Manifiesto del Día de La Isleta, por José Luis Yánez

Fue leído ayer 26 de febrero

José Luis Yánez Rodríguez Lunes, 27 de Febrero de 2023 Tiempo de lectura:
Imagen del acto de lectura del Manifiesto del Día de La IsletaImagen del acto de lectura del Manifiesto del Día de La Isleta

Hoy se cumplen justamente 140 años de que la compañía británica Swanston, que había ganado la adjudicación de la obra, iniciara el 26 de febrero de 1883 la construcción del Puerto de La Luz, y con ello iniciara también el futuro de este lugar, de la ciudad y de toda Gran Canaria para el siglo XX y aún para la actualidad.

 

El 26 de febrero de 1883 se colocaba la primera piedra el Puerto, lo que propició el surgimiento de empresarios y trabajadores especializados y con ello la expansión de toda La Isleta.

 

Los miles de personas que aquí llegaron traían como equipaje la raíz de su cuna en otros muchos sitios. Venían de Tenteniguada o Casillas del Ángel, de Fontanales o Arrecife, de Agaete o del lugar donde nací, El Palmar de Teror.

 

Venían buscando trabajo, comida, honestidad y pan para sus familias al calor que el Puerto, verdadero motor como he dicho de la economía grancanaria, generara desde fines del siglo XIX.

 

Y los que vinieron desde una esquina de la isla a la otra, escapando de hambrunas y malestares, trajeron aquí sentimientos, culturas, fervores y vivencias propias, y aunque no hubiesen nacido en La Isleta, les bastó un amanecer en Manigua Alta, el olor del oleaje del cercano Atlántico, el ajetreo portuario que les daba trabajo e ilusión, para que se sintieran isleteras e isleteros de cuerpo entero.

 

Por ese motivo; por el crecimiento de su población, de aumento imparable, se determinó un desconcierto en la organización de los servicios de todo tipo: saneamientos, viviendas dignas, escuelas, centros religiosos, que desgraciada e inexplicablemente permaneció durante bastante tiempo y marcó muchísimo el vivir y el sentir isletero durante décadas.

 

En La Isleta, compendio de todo el archipiélago, de sus habitantes y de sus diversas e interesantes formas de entender la vida habitaron antiguamente aborígenes en los poblados de las Cuevas de Los Canarios o La Punta, dedicados a la pesca, el marisqueo, el pastoreo.

 

En La Isleta suena el bucio clareando la alborada;

Andando por los veriles sobre las olas que braman

Han cogido los cardones con que adormecen las aguas

Para llenar los serones de guelde, morena y lapas

¡Es hermoso paraíso sobre arenas de la playa

Que soñaron, años antes, Gumidafe y Andamana!

Los soñados paraísos que en arenas mal se afianzan

Vuelan, como alcaravanes, huyendo de las desgracias

Adormilados, observan, crecer en la lontananza

La imagen de crueles barcos con sus crueles velas blancas

Que vienen para quedarse con las tierras ultrajadas

Que ayer fueron las quimeras de la Tamarán soñada”

 

Más tarde, también a la extracción de piedras y de áridos, la producción de sal y productos agrarios.

 

Antes de la construcción del puerto, la población de La Isleta era apenas de un centenar en algo más de 20 chozas. A finales del XIX, el trasiego del mismo hacía que se sobrepasaran los 3000 habitantes, agrupados en casas terreras, casetas de madera y chozas.

 

El barrio fue creciendo “cuesta arriba hasta la montaña”, zona de uso militar desde el año 1897.

 

Todas y todos venían anhelando un futuro de paz, libertad, fraternidad y bienestar.

 

Así, con esfuerzos y con ilusión labraron un barrio unido, con una forma muy particular de ser. Aquí surgió el movimiento obrero insular. La Isleta estuvo al frente de las luchas obreras y populares; por conseguir la democracia y ha sido siempre solidaria con otros barrios y pueblos, caminando al lado de los más débiles, orgullosa de su canariedad, de su isleteridad, porque se siente descendiente de un pueblo trabajador.

 

El 1 de mayo de 1913 se colocaba la 1ª piedra de la Casa del Pueblo, construida con aportaciones vecinales. En ella se realizaba una importante actividad sindical, social, educativa, cultural y recreativa.

 

Símbolo de la creatividad popular, fue dinamitada el 20 de julio de 1936.

 

El 14 de febrero de 1978 se constituía la primera Junta Directiva democrática de la Asociación de Vecinos, después de que dos años antes un grupo de vecinos y de vecinas, constituidos en Asamblea de Vecinos, iniciara una acción de barrio, instituyendo instrumentos para la reflexión, la organización y la acción de y por La Isleta. Uno de sus logros fue el cambio de nombre de este lugar donde nos encontramos de Plaza de España a Plaza del Pueblo.

 

El territorio de La Isleta se ha ido configurado como un icono de la ciudad, una ciudad dentro de otra ciudad, pero ha seguido teniendo carencias en infraestructuras deportivas, recreativas, culturales, urbanísticas y sociales.

 

Los isleteros e isleteras sienten que tienen algo que les diferencia y a la vez les une a otros barrios de la ciudad y de pueblos de las islas. Orgullosos de su forma de ser, reconociendo sus singularidades, con sus virtudes y con sus defectos, y su sentido de arraigo, de pertenencia y diferenciación; y desde la diversión de sus calles a los inicios primigenios de ese Carnaval que ya es de Interés Turístico Internacional, todo nacía de la fuerza y el empuje de los habitantes de esta bella isla que es la corona de la Gran Canaria.

 

¡De La Isleta, y a mucha honra!

 

Se consideran ciudadanos y ciudadanas que no quieren ser “convidados de piedra. Quieren ser también co-propietarios, accionistas y administradores-gestores de lo público; sujetos protagonistas y no mudos espectadores, personas conscientes y críticas, dialogantes y responsables, activas y participativas.

 

Por esos motivos y muchos más, el 23 de febrero de 2009, el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria de entonces, Jerónimo Saavedra, dictaba el decreto por el que se declaraba a partir de entonces el 26 de febrero de cada año como “Día del Barrio de La Isleta”.

 

La propuesta atendía a acuerdo de la Junta Municipal de Distrito Puerto-Canteras, adoptado el 23 de enero del mismo año y se ratificaría posteriormente en pleno.

 

Atendiendo a su importancia histórica y a su proyección futura, recomendaba el alcalde a los vecinos y vecinas de La Isleta que dicha fecha fuera adecuadamente conmemorada cada año; algo en lo que confiaba plenamente.

 

En el desarrollo del texto del bando alcaldicio; Saavedra afirmaba que la historia la hacían los pueblos con sus iniciativas, con sus hechos, con sus costumbres y tradiciones. Por eso, afirmaba que era relevante el paso dado por la asociación “Día Isleta”, respaldado por un amplio colectivo vecinal, en orden a conmemorar un hecho sobresaliente en el devenir de la Ciudad.

 

El 4 de septiembre del año anterior, con motivo de los actos en conmemoración de la efeméride del 125 aniversario de la primera piedra portuaria, dicha asociación presentaba la propuesta de la declaración oficial del “Día de La Isleta”

 

Se había constituido el 12 de agosto con el fin de potenciar la dinámica social, cultural, artística y deportiva del barrio, y en su propuesta afirmaba que la celebración no iría en perjuicio de las otras festividades locales que se celebraban en el barrio, que deseaban resaltar con ello las señas identidad, la isleteridad tal como afirmaban, y favorecer así el encuentro de las diversas iniciativas y sensibilidades del barrio

 

Desde entonces, tertulias, conciertos, debates, encuentros en el Club Victoria, convivencias vecinales, alfombras, exposiciones, enyesques, talleres, actuaciones musicales, bailes de taifa, torneos de ajedrez, teatro, pasacalles, murgas, batucadas; etc; en suma, continuar la lucha por superar las desigualdades existentes en el barrio, encaminando esta fiesta no sólo a celebrar la existencia de La Isleta sino también a recuperar la actividad social que siempre lo caracterizó.

 

Y eso ha sido todos estos años esta celebración: cultura, foro, lugar de encuentro, expresión lúdica, o lo que es lo mismo, pueblo.

 

Por ello, hoy me siento orgulloso y profundamente agradecido por realizar gracias a la invitación de Félix Alonso, del Foro La Isleta, la lectura de este Manifiesto.

 

Algunos saben que mi familia con tradición comercial y política por la rama paterna, se trasladó a La Isleta. Vine pequeñito acompañando a mis padres que ubicaron con la ayuda de mi abuelo, un comercio en la calle Tecén. Y a mi madre, a mí mismo, que estábamos acostumbrados al campo terorense, al olor mañanero de la tierra mojada, al canto de los capirotes y a ver a los campesinos en sus diarios laboreos, nos encandiló el espíritu de las isleteras e isleteros; el torrente de vida que emanaba de sus casas y sus calles; y por eso, cuando la vida nos retornó a Teror, La Isleta se fue con nosotros.

 

Y seguí soñando durante años con tanto niño por las calles, con sus juegos, con la cercanía que manifestaban y lo mucho que hablaban y reían los isleteros e isleteras.

 

Se sentaban las madres con los niños recién nacidos en las puertas de sus casas, y cuatro mujeres bastaban para hacer una parranda para el Pino.

 

Conscientes de esa singularidad y orgullosos de su identidad, deben procurar mantenerla viva y difundirla a las próximas generaciones.

 

Hoy me siento aún más isletero de lo que ya me sentía y desde el fondo de mi corazón quedó a disposición de todo lo que ustedes requieran de mí, con las palabras que hace unos meses pronuncié en otro acto en este mismo paraíso, que es y seguirá siendo La Isleta.

 

La despedida les doy

con cetro, corona y palma;

en La Isleta queda mi alma

y yo sin ella me voy”

¡Viva La Isleta!

 

José Luis Yánez Rodríguez

Cronista Oficial de Teror

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