Salud Viva

Nuevas tecnologías, adolescentes e higiene digital

1 de cada 7 adolescentes tiene problemas de salud mental relacionados con la ansiedad, depresión o con los trastornos del comportamiento.

Pedro J. Martín Pérez Lunes, 06 de Febrero de 2023 Tiempo de lectura:

Según un estudio realizado por la OMS en 2019, casi un 14% de la población mundial que padecía algún trastorno o problema mental era adolescente. Unas cifras ya alarmantes que, a día de hoy, lo son todavía más: 1 de cada 7 adolescentes tiene problemas de salud mental relacionados con la ansiedad, depresión o con los trastornos del comportamiento.

 

Las cifras son todavía peores a partir de la mayoría de edad. La Organización Mundial de la Salud publicó que casi el 60% de los suicidios se producían antes de los 50 años, aumentando un 25% después de la pandemia, donde los números son mucho más alarmantes.

 

La salud mental es un gran reto al que nos enfrentamos como sociedad. La clave está en la prevención y en la promoción. Para ello es importante informar, educar y activar los recursos de apoyo necesarios.

 

Según el último barómetro juvenil de 2021 de salud y bienestar, más de la mitad de jóvenes entre 15 y 29 años cree que ha padecido problemas de salud mental. Y, la mitad de esa cifra, no pidió ayuda.

 

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¿Por qué no piden ayuda? El estudio indicó que casi un 40% no lo hace por el alto coste que supone la ayuda psicológica profesional, mientras que un 50% no lo consideraba un problema grave o creía poder resolverlo por su cuenta. Otros motivos incluían vergüenza y no querer expresar sus sentimientos.

 

 

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Muchos son los factores que influyen, factores neurobiológicos (tiene que madurar el lóbulo prefrontal, que se encarga de controlar los impulsos), externos como los familiares, internos (dificultades para socializar, la impulsividad, la falta de motivación, el fracaso escolar o el aislamiento) e incluso genéticos. Sin lugar a dudas, también la relación entre el uso problemático de la tecnología y la salud mental en la población infanto-juvenil, con un menor bienestar emocional y mayores tasas de depresión. De hecho, psiquiatras y psicólogos consideran que la vigilancia por parte de los padres y educadores es insuficiente.

Un uso excesivo o adictivo se asocia con la posibilidad de depresión, cuadros de ansiedaddificultades académicas y sociales. Ya existen estudios que lo relacionan con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y trastornos obsesivo compulsivos.

 

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Unicef España, la Universidad de Santiago de Compostela y el Consejo General de Colegios de Ingeniería Informática pusieron en marcha un estudio para hacer un diagnóstico del uso e impacto en la adolescencia de internet, las redes sociales y de las tecnologías para la relación, la información y la comunicación (TRIC). Participaron 265 centros educativos de todo el país, lo que supuso disponer de una muestra de casi 50.000 adolescentes de entre 11 y 18 años de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO).

 

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La práctica totalidad de los adolescentes que cursan ESO (94,8%) dispone de teléfono móvil con conexión a internet, dispositivo al que accede a los 10,96 años, por término medio. El 59,4% acostumbra a dormir con el móvil en su habitación y el 21,6% lo usa más tarde de las 12 de la madrugada, triplicándose en esos casos las tasas de sexting, de ciberacoso, contacto con desconocidos o apuestas online. Un 31,6% invierte más de 5 horas diarias en el uso de internet y las redes sociales, porcentaje que asciende hasta un 49,6% el fin de semana. 

 

Las redes sociales de mayor aceptación son Instagram (con un 79,9% de usuarios) y TikTok (con un 75,3%), aunque en este apartado cabría incluir también a YouTube (90,8%) y Twich (49,4%). Más de la mitad de los adolescentes utiliza las RRSS para hacer amigos y el 44,3% para no sentirse solos. 

 

Sólo el 29,1% refiere que sus progenitores les ponen normas; el 24% limitan las horas de uso y el 13,2% los contenidos a los que acceden. 

 

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A pesar de que el uso problemático de internet aún no es considerado como una adicción por la OMS, el estudio asegura que se está convirtiendo en un problema de salud pública. El trabajo cifra en un 33% el porcentaje de estudiantes de ESO que estaría comenzando a desarrollar un problema real con el uso de internet y las redes sociales (más de 600.000 adolescentes). El porcentaje es significativamente mayor entre las chicas y se incrementa a partir de los 14 años.

 

Al mismo tiempo, se constata una correlación negativa entre el uso problemático de internet y el bienestar emocional, la satisfacción vital e incluso la integración social. Las tasas de una utilización problemática son significativamente mayores entre aquellos cuyos progenitores acostumbran a hacer uso del móvil durante las comidas y, especialmente, entre los adolescentes que se conectan a partir de la medianoche.

 

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Los varones se vuelcan más en los videojuegos, siendo las escasas habilidades sociales, los escasos recursos para afrontar situaciones que les provocan estrés, el mal ejemplo de los padres, la impulsividad y las disfunciones ejecutivas, los factores de riesgo. Las chicas tienden a tener más problemas con las redes al buscar una satisfacción que no encuentran en su vida o una sensación de reconocimiento.

 

El consumo inadecuado de redes es una conducta de riesgo, que propicia contactos de riesgo, acoso o exposición del cuerpo, es un nicho de información que muestra una realidad postiza que puede hacer percibir como mala la propia realidad. Esta conducta de riesgo puede llevar a una adicción, que tiene que ver con el diseño de algunas herramientas tecnológicas, dirigido a provocar impulsos dopaminérgicos en el sistema nervioso central como consecuencia de las respuestas y gratificaciones inmediatas que hace que nos enganchen.

 

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Recientemente estudiantes de Málaga participaron en un experimento pionero que trata de hacer consciente a los adolescentes de las consecuencias del uso abusivo del dispositivo móvil y formarles para acceder a fuentes fiables.

 

El resultado del estudio es que la desconexión impacta de forma clara en su salud mental causándoles ansiedad, inseguridad e incluso dependencia.

 

Durante la primera semana podían hacer uso de la forma habitual, durante la segunda tenían que desconectar el dispositivo y, en la última semana, recuperaban el uso normal del mismo. En esos 21 días debían recoger las impresiones por escrito y además someterse a un cuestionario.

 

De las conclusiones se extrae que los estudiantes dedican cinco horas diarias a usar el teléfono y están especialmente volcados en las redes sociales, a las que dedican cuatro de horas. WhatsApp es la aplicación a la que dedicaban la mayoría de su tiempo, seguida por Instagram y TikTok. Esta última es el canal preferido por los jóvenes para informarse.

 

Cuando recuperaron sus teléfonos la mayoría volvió al nivel de consumo habitual, cinco horas, a pesar de que el experimento sí les hizo darse cuenta del «enganche» que sufrían y «de que toda su vida está ligada a su dispositivo».

 

Según alguno de los participantes en el estudio, tenía necesidad de tener el móvil cerca; tenía ansiedad si estaba lejos y le tranquilizaba solo con tenerlo cerca. Comenta que ver a todo el mundo con el móvil en el transporte público le creaba necesidad de usarlo. Alejarse del teléfono móvil ha tenido, además, una repercusión positiva en el ámbito familiar para los jóvenes., ya que pudo desconectar para conectar con los más cercanos.

 

Cuando se les preguntó a los jóvenes si ahora serían capaces de vivir sin su móvil, una amplia mayoría respondió que no podrían, pero que, si tuvieran que hacer frente a ese desafío, ahora se sentían más preparados que antes. Además, la vivencia les hizo conscientes de que debían racionar el tiempo que pasan expuestos a las redes sociales.

 

De la misma manera que educamos a los niños para que se hagan responsables de su propia higiene, estos también deben ser educados para usar las tecnologías de forma responsable. La higiene digital también se puede inculcar a los más pequeños (¡y no tan pequeños!).

 

Debemos aprender, y enseñar a nuestros hijos, a poner límites digitales. ¿Cómo usas tu tecnología para trabajar? ¿Cómo lo usas para jugar? ¿Cómo lo usas para relajarte? ¿Cómo lo usa para ser productivo? ¿Cómo separas esas cosas?

 

Saber cómo usar la tecnología para respaldar tu salud mental y física será una base fundamental para la vida en el futuro. La tecnología no puede ser vista como enemiga de la sociedad, pero tampoco puede verse como una bendición absoluta. La salud digital es un enfoque eficiente y equilibrado del bienestar en la forma en que usamos nuestra tecnología.

 

Pedro J. Martín Pérez

Médico de Familia y Comunitaria

Experto Universitario en Nutrición Clínica y Salud Nutricional

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