Parque. Foto: Juan FERRERA GIL“Cuando me alongo entre la vieja barandilla de la azotea, viva, fuerte y un tanto resquebrajada, miro el viejo parque de mi infancia, hoy tan cambiado: resulta inmenso en su tamaño.
Es verdad que cuando fui niño semejaba un enorme campo de fútbol que recorríamos intentando alcanzar sus cuatro puntos cardinales como referencias constantes; incluso por la vieja acera que lo bordeaba y marcaba la frontera. Para nuestras miradas infantiles, el parque simbolizaba todo: dentro y fuera, arriba y abajo, donde la acera limitaba el contorno por el que pisar y donde sentíamos la seguridad, mezclada con la felicidad permanente que entonces ni siquiera adivinábamos que poseíamos. Siempre sucede lo mismo.
Por eso esta imagen “elevada” me ha vuelto a poner los pies en el suelo, dejando claro que la felicidad ya fue.”

































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