
“La casa ya no es la casa” dicen los versos de una zamba argentina. Y, efectivamente, así es.
En esa vivienda, ahora desvencijada, donde la soledad se ha convertido en su única habitante, como si un fantasma fuera, vivimos nuestros sueños infantiles entre bernegales de agua fresca y helechas que proyectaban sombras veraniegas y endulzaban el ambiente, refrescándolo. Todo, como podrán observar, o adivinar, ha desaparecido y es un milagro que todavía siga en pie. Por eso cuando el otro día me acerqué al que fuera entrañable y apreciado lugar, despertó en mí los recuerdos y emociones que había olvidado.
Nada es eterno, pensé mientras tomaba la fotografía.”
Juan FERRERA GIL































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