El peso de su existencia
Los dejaremos entrar, dijo mi madre, que por ella hubiera parido alguno más. Desarrapados, esperaban un gesto para colarse en el cumpleaños de mi hermano, era verano. Todo natural e inocente como es el lenguaje infantil.
Allí estaba Lucas como espectador. Sus mangas cubrían unos brazos de canela, de huellas que asolan infancias.
Solo siete años tenían esos ojos.
Texto e ilustración: Maribel Soria Fuentes
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