Arañando el aire, las palmeras van susurrando al viento una música armoniosa que se eleva barranco arriba, por laderas y montañas, hasta fundirse en el cielo.
Generoso, el sol ofrece luz y calor para infundir sentimiento al canto de las palmeras y lograr que llegue como un rumor suave y cariñoso a los oídos del caminante.
Un caminante que se ha quedado embelesado en medio del barranco.






























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