“En la cafetería donde nos volvimos a encontrar, aquella tarde de abril, el pasado vino a visitarnos.
Claro que yo, entonces, intentaba olvidarte: nunca logré averiguar cuál fue tu pensamiento en aquel cruce de intuitivas miradas. Pasaba por allí: te vi sola, tranquila y ensimismada, ante tu sempiterna manzanilla con anís que desbordaba seguridad firme y guerrera: la infusión formaba parte de tu personalidad. Y, como siempre, a tu lado, el nuevo libro que lograba arrancarte la mirada y el tiempo. No sabía si entrar y sentarme a tu lado o seguir; pensaba que iba a ocupar un espacio que ya no me pertenecía. La ruptura comenzaba a dejar su dolorida huella indeleble. Yo, que llevaba gafas de sol, esas que tengo sin graduar, pasaba por allí y reconocí tu perfil y tu manera de sentarte. A pesar de todo, me acerqué con cautela. Y con miedo, no te vayas a creer. Sí, sí, con miedo de bobo temeroso que sabía esconder las debilidades de siempre; esas que tú siempre me echabas en cara y que yo intentaba rebatir apenas con una sonrisa; la misma sonrisa que lograba sacarte de tus casillas y te ponía a cien.
Pero yo solo pasaba por allí.”
Juan FERRERA GIL
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