No da la felicidad, pero ayuda

Siendo muy joven leí La Conquista de la Felicidad, del filósofo Bertrand Russell, libro que conservo aún como una joya en mi biblioteca. Un apartado del desarrollo de este libro habla de la felicidad de un jardinero, tema que dio pie para este relato:

Sueño que salgo muy temprano de mi mansión, con mil cosas en la cabeza y la cartera llena de documentos importantes, rumbo a mi empresa. Alguien me saluda, supongo que es el nuevo jardinero.

Anoche no vi a mi mujer, esta mañana tampoco; hago memoria, mientras el chófer saca mi lujoso coche del garaje, y recuerdo que ella me dijo que iba a pasar unos días con sus amigas al chalet de la costa.

En el trayecto a la oficina recibo una llamada de mi hijo. Quiere que le reponga su CC. Me sale muy caro su colegio en el extranjero para que, encima, él no avance en sus estudios.

Llego a la oficina y me sumerjo de lleno en mis negocios, los cuales me agobian y estresan si no alcanzo el beneficio esperado, temiendo, a la vez, pérdidas importantes. Si esto llega a suceder despediré a media plantilla y contrataré nuevo personal. Tengo poder para hacerlo.

Angustiado, me excedo en la ingestión de pastillas contra la ansiedad. La úlcera me tiene amargado el carácter.

Despierto angustiado y bañado en sudor y salgo fuera, a la intemperie. Me reconforta el aire fresco de la mañana y suspiro aliviado mientras admiro el milagro y la hermosura del mar en estos amaneceres de la costa, recreándome en las gotas de rocío que brillan en las hojas de las hortalizas y en las flores que cuido todos los días antes de irme a trabajar.

Soy jardinero.

Desde dentro me llama mi mujer, insistiendo para que vuelva a la cama y, preocupada, pregunta qué me pasa. Le describo la horrible pesadilla de ser rico y poderoso que sufrí en mi sueño. Ella, cariñosa, me dice que ya pasó todo, que sólo fue un mal sueño, y luego añade, con pícaro sarcasmo, que el dinero no da la felicidad, pero ayuda.

Texto e ilustración: Juana Moreno Molina