¿Qué futuro nos espera?
Hay una pregunta que me apasiona y con frecuencia hago a mis alumnos en clase: ¿por qué Japón, Islandia o Suiza están tan desarrollados? ¿Qué hace que dichas sociedades estén tan avanzadas y además sean tan seguras? Me gustaría, estimado lector, que se hiciera esta pregunta e intentara responderla.
Si uno piensa desde la lógica de un niño, no parece razonable ni justificado que tres de los países más desarrollados del mundo puedan abarcar tan poco en la geografía, tener escasos recursos naturales, con difícil acceso a los mismos (montañas o islas) y, en el caso de Japón, habiendo perdido de forma catastrófica una guerra.
No obstante, hablamos de tres de los países más prósperos del planeta, liderando clasificaciones como el índice de desarrollo humano, renta por habitante o tasa de empleo. No me malinterprete, en ningún caso estoy diciendo que sean países ideales y sin problemas, pero está claro que algo tienen (o algo hacen bien).
Un hecho quizás desconocido para muchos es que en 2009 hubo protestas en Islandia tras las cuales lograron derrocar al gobierno. La desastrosa situación económica en la que dejaron al país sus políticos y bancos motivó que sus ciudadanos, libremente y de forma pacífica, buscaran corregir el curso de sus gestores, los cuales trabajaban para ellos (y no a la inversa). ¿Acaso ocurrió lo mismo en España? Me gustaría afirmarlo, pero mentiría. Ni Gobierno ni políticos se vieron en la tesitura de responder por la desafortunada gestión de las cajas de ahorro que se rescataron con dinero público, muchas de las cuales habían sido dirigidas por dichos políticos o allegados a estos. De hecho, ¿alguien se acuerda ya de eso?
En respuesta a la pregunta, lo que tienen estos países en común es la existencia de una clase política que respeta a sus ciudadanos, los cuales poseen un nivel educativo y cultural que fomentan su espíritu crítico. Consecuentemente, la corrupción y la incompetencia no se toleran y los índices de delincuencia son mínimos. Todo ello se consigue gracias a la educación.
¿Es ese el objetivo en España? No lo parece. Nuestra clase política acaba de aprobar en el Congreso de los Diputados una controvertida reforma educativa que da la impresión tiene como único fin generar personas dóciles y sin pensamiento crítico. Políticos que, por cierto, en gran número, educan a sus hijos en escuelas privadas.
¿Cómo van a quejarse los futuros votantes si no saben cómo funciona el mundo? Ese parece ser el propósito de nuestros legisladores, puesto que, con esta ley, la Economía y los ciudadanos pierden. Por ejemplo, ya no se estudiará en la educación obligatoria española qué es la inflación, contenido por otro lado de vital importancia, como los últimos acontecimientos han demostrado. Tampoco se dará la opción de elegir a los interesados el estudio de varias asignaturas optativas de empresa y emprendimiento, ya que simplemente se eliminarán. Tal parece, quieren mantener a nuestros jóvenes ignorantes y obedientes.
El Estado ha tomado la decisión de marginar la economía. La nueva ley educativa, fabricada de forma acelerada y sin amplios consensos ni acuerdos, ha sido aprobada para instaurarse el próximo curso. No en vano, la naturaleza de la propia ley, así como el modelo autonómico de nuestro país, otorgan a las comunidades autónomas libertad para elegir contenidos. Este último factor me permite albergar ciertas esperanzas, pero desgraciadamente, mientras que en otras regiones se ha apoyado e incluso fortalecido el estudio económico, en Canarias no.
Creía que en nuestras islas primaría la lógica y el sentido común. Al fin y al cabo, tras sucesivas crisis económicas, desempleo estructural, escasa innovación, dependencia de sectores poco productivos, alta fragmentación geográfica y, por último, un volcán, la decisión de también empobrecernos intelectualmente no me parecía factible. ¿A quién le interesa en Canarias tener personas menos capaces y preparadas? ¿A quién beneficia esta decisión que genera desagravios comparativos frente a otras comunidades? Supongo que a los especialistas en gestionar miseria, que quieren construir, con dinero ajeno, trenes en islas para ahorrar minutos de trayecto, mientras que estudios económicos independientes han concluido de forma unánime que no existe justificación económica ni social para construir dicha infraestructura faraónica. Si nadie entiende lo que hacen nadie les juzga.
En base a todo lo anterior, me gustaría, además de mostrar mi preocupación ante los últimos acontecimientos, sumar mis esfuerzos a los llevados a cabo por todos los miembros de la Asociación de Docentes de Economía de Secundaria de Canarias (ADES Canarias) para conseguir una educación económica de calidad en nuestras islas. Luchamos para que no desaparezcan materias cruciales de Economía y para dar oportunidad de aprender a todo el alumnado que desee tener nociones básicas de Economía y de Emprendimiento.
Sin embargo, aún albergo esperanzas, y me consta que docentes, familias y alumnado también. Aún es posible conseguir que la educación económica y financiera no sea privatizada en Secundaria. Solo depende de que las intenciones sean mirar hacia el futuro. No por nosotros, sino por nuestros jóvenes.
Esteban Sánchez Martínez, miembro de ADES Canarias (Asociación de Docentes de Secundaria de Canarias).
































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